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¿Realmente el automóvil eléctrico contamina menos?

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Todo proceso productivo impacta en el medio ambiente.


Así comencé la respuesta a la consulta de una exalumna del Máster en Dirección de la Producción y Mejora de Procesos Industriales de OBS Business School, y a quien agradezco su impronta para motivar este post, que realizó por medio de una red social, cuando compartí el post Emisiones y la Pandemia, pensemos en el día después.


Algunas comparaciones entre las emisiones generadas por los vehículos propulsados eléctricamente versus aquellos con motores a combustión interna, son convenientemente encuadradas alrededor de los tubos de escape. Es completamente verdadero que los motores eléctricos no emiten gases de efecto invernadero, pues no existe una reacción exotérmica producto de una combustión como sucede en el motor clásico que conocemos.


También es cierto que el tipo de combustible afecta a la cantidad y composición de las emisiones generadas en el motor de combustión. Estudios demuestran que un biocombustible emite menos gases de efecto invernadero que uno derivado del petróleo. Otro ejemplo se presenta en la comparación entre el combustible diésel y el hidrógeno, que lo hemos analizado desde el ferrocarril.


Hasta aquí, básicamente estamos trabajando alrededor del dióxido de carbono (CO2), el gas de efecto invernadero con mayor porcentaje de generación, y de los óxidos de nitrógeno (NOx).


Empero, cuando de emisiones se trata, existen otras generadas en la propia circulación de los vehículos. Se trata de las partículas producidas por la fricción de los materiales componentes, aquellas generadas en el frenado, en la superficie de rodadura entre los neumáticos y el pavimento, entre otras fuentes. En este caso, la comparación entre la propulsión eléctrica y a combustión no tiene relevancia, sin embargo, era propio mencionar que en este aspecto no hay una variación significativa en cuanto a la contaminación ambiental. Un automóvil eléctrico emite similar cantidad de partículas que el propulsado a base de derivados del petróleo u otro tipo de combustible.


Pasemos ahora al análisis de las fuentes de energía. Si la generación de energía eléctrica para recargar las baterías del vehículo eléctrico se realiza por medio de una central termoeléctrica a base de combustibles fósiles, pues entonces la balanza se equilibra negativamente hacia el calentamiento global. Será en mayor o menor medida, pero lo cierto es que no existiría una diferencia sustancial. Sin embargo, si la generación es por medio de energías renovables, como la solar, eólica o hidráulica, es decir, sin emisiones, entonces sí tenemos un ciclo mucho más sustentable.


Por supuesto, es más que conocido que el desarrollo del ser humano sobre la Tierra genera un impacto ecológico, por más mínimo cambio que realice. Cada máquina, instalación o proceso que interpongamos en el curso natural del planeta va a generar un impacto ecológico. Por ejemplo, una torre de generación eólica, interpone una estructura (las aspas de la turbina, la propia torre, etc.) que dificulta la corriente natural del viento de la región. Si se trata de un campo de paneles solares, estos proyectan una sombra sobre el terreno que no es natural y propia de ese terreno. Cualquier ejemplo que se nos ocurra, impacta en el medio ambiente, por lo que se busca minimizar el mismo y no eliminarlo, debido a la necesidad de continuar evolucionado como sociedad y como especie.


Es tiempo de ver aguas abajo en el ciclo de vida de los vehículos eléctricos. Analicemos el componente más cuestionado: las baterías.


Entre los aspectos más relevantes de las baterías, se encuentran la vida útil y la reutilización de sus partes componentes, antes de la disposición final. Recientemente, Tesla Inc. junto al fabricante CATL (Contemporary Amperex Technology Co. Limited) aseguran haber desarrollado una batería cuya vida útil rondaría en los 1,6 millones de kilómetros y que además podrían también tener una segunda e incluso una tercera vida en la red eléctrica, como acumulador de energía estático.


No obstante, los desarrollos para incrementar la durabilidad y proporcionar una reutilización de las baterías, no dejan de ser una forma de extender el plazo hasta su desecho y consecuente disposición final como residuo. En algún momento, los componentes químicos habrá que tratarlos y es allí donde retorna la pregunta sobre la huella ecológica y su impacto en el medio ambiente. Por lo tanto, si bien la extensión del ciclo de vida de las baterías es importante, no debemos perder de vista el tratamiento y disposición final de su residuo.


A modo de conclusión, la propulsión eléctrica es mejor para el medio ambiente que la generada por los motores a combustión, siempre y cuando que se haga de forma sustentable. Por el momento, el sistema está en desarrollo y no deja ser considerablemente prometedor.