Startups: tomar la decisión de salir a bolsa
En anteriores posts de este blog hemos hablado sobre financiación de periodos iniciales de empresas: analizándola tanto en las primeras etapas de las startups como en las últimas rondas de capital: en el post de hoy comentaremos el que podría ser el siguiente paso en el crecimiento de la empresa, una salida al mercado bursátil.
¿Para qué se sale a bolsa?
La razón principal para que una compañía lance una salida a bolsa es obtener financiación adicional en un mercado regulado de compraventa de acciones mediante incremento de capital: emitiendo acciones nuevas y generando así una manera fácil de obtener nuevos fondeos que financien el crecimiento sin tener que recurrir a sucesivas rondas de capitalización. No obstante, otra motivación habitual es dar liquidez a los accionistas existentes vendiendo a terceros sus acciones, lo que puede hacerse tanto en el mismo momento de la salida como en el futuro, ya que las acciones no vendidas en ese momento también podrán hacerse líquidas más adelante.
Pero además, en una salida a bolsa puede haber otras motivaciones como buscar prestigio, credibilidad y notoriedad pública que sirva para hacer crecer la compañía incrementando su facturación o mediante operaciones estratégicas. En ese sentido, hay que tener en cuenta que el proceso de colocación implica una relevante labor de comunicación y publicidad que da notoriedad a la empresa, a su marca y a su equipo directivo.
Finalmente, la salida a bolsa puede aprovecharse para estructurar un mecanismo de retribución extraordinaria para el equipo directivo, que recibirían un bonus de transacción usando la financiación obtenida o haciendo líquidas last stock options o phantom shares que se han ido devengando a lo largo de los años. En muchas ocasiones, los primeros años de las startups han requerido sacrificios monetarios para el personal que pueden recompensarse en este momento de ventana de liquidez.
¿Qué implica salir a bolsa?
Es importante tener en cuenta que una salida a bolsa suele requerir un cambio organizacional que va mucho más allá de la propia financiación. Hay que valorar que las habitualmente pesadas obligaciones regulatorias del mercado bursátil exigen a las compañías llevar a cabo una transformación operacional desarrollando nuevas áreas como relación con inversores o comunicación o implementando nuevos requerimientos de reporting.
En ese sentido, hay que considerar que una vez cotizando en bolsa la compañía va a ser objeto de un intenso escrutinio por parte de los inversores y en general de la opinión pública; por lo que muchas de las acciones o procesos habituales en una empresa privada ya no son posibles. Tanto los directivos como los administradores tienen que tener en cuenta las potenciales acciones legales a que pueden objeto, sobre todo en caso de que el rendimiento de la acción no sea satisfactorio.
Finalmente, es fundamental tener en cuenta que una salida a bolsa es un proceso complejo, en el que trabajarán docenas de personas; largo que puede durar varios meses; costoso con gastos de varios millones de euros y arriesgado, ya que pese a los recursos invertidos puede no ser exitoso.