Presente y Futuro profesional: Conocimientos Técnicos y Habilidades Blandas
A días de empezar el último año de esta segunda década que nos ha traído tremendos cambios a nivel personal y laboral, podríamos decir que casi hemos aprendido a convivir con la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad, porque así está el mundo a nivel geopolítica y, conforme se sigan produciendo cambios entre los ejes de poder global, los ciudadanos de a pie nos seguiremos viendo afectados, estemos o no de acuerdo, con lo que va sucediendo.
Tengamos registro o no, las personas nos hemos vuelto más resilientes y mucho más flexibles ante el cambio que hace 10 años atrás, cuando este tsunami nos dejó desconcertados y con pocas herramientas para hacer frente a lo que se venía.
Mucho se ha escrito desde entonces sobre el impacto que las nuevas tecnologías tendrían en el futuro laboral: desde la casi desaparición de la humanidad al ser reemplazados por los robots, hasta la propuesta de un “salario universal” para que el trabajo lo hagan los robots y cobren todas las personas (independientemente de que trabajen o no).
Pero en medio de estos extremos, están todos los grises de los que vamos aprendiendo.
En el libro ¡Sálvese quien pueda! publicado en 2018, el periodista Andrés Oppenheimer relata y analiza las entrevistas que realizó a los referentes de casi todas las industrias a lo largo de tres continentes y lejos de trasmitir un futuro “oscuro” (como propone el provocativo título), lo que se empieza a visualizar es que todas las profesiones (medicina, abogacía, ingeniería, arquitectura, administración de empresas, educación, psicología, sociología o servicios sociales, por nombrar las más clásicas) necesitarán aprender, desarrollar y entrenar lo que conocemos como “habilidades blandas”, es decir vinculadas a la inteligencia emocional: habilidades sociales para mejorar las relaciones interpersonales , facilidad de comunicación, empatía, escucha activa, capacidad de liderazgo, trabajo en equipo, pensamiento creativo, etc. Estas habilidades blandas son las que le permitirán al profesional en cuestión el poder comunicarse de forma eficaz con su paciente/cliente/alumno con el objetivo de “entender qué necesita el otro” (en relación a su especialidad) y luego “traducir” de forma comprensible el “diagnóstico/datos” obtenidos a través de un robot (IA) para guiar, facilitar y supervisar el “tratamiento, el proceso de compra o la instancia de aprendizaje”, que la tecnología proponga.
Esto nos lleva a afirmar que, para que los profesionales puedan apoyarse en la información producida por algoritmos y robots, deberán tener además, “conocimientos técnicos”: sobre estadística, robótica y quizá algo de programación, para poder entender y explicar la parte de su trabajo que se haya automatizado, por una parte, y para “alimentar a los sistemas automatizados con la información que se precise” para obtener un diagnóstico, un tratamiento o una solución determinada que se ajuste a los requerimientos y necesidades de la persona que los demanda y/o necesita.
Así podríamos resumir en qué necesita capacitarse y entrenarse todo profesional, a la vez que se forma, académicamente, en el área de su interés.
Para quienes ya están en actividad, ejerciendo su profesión, el desafío es personal y está bajo la órbita de su absoluta responsabilidad el buscar entre la vasta oferta disponible, los cursos, programas, talleres o capacitaciones que le permitan adquirir tanto las habilidades blandas como los conocimientos técnicos que estén vinculados a la tecnología que se esté empezando a utilizar en sus áreas de competencia.
La oferta académica tanto de los niveles obligatorios como de la universidad (salvo casos muy puntuales) aún no ha podido reinventarse para dejar de ofrecer una formación académica unidimensional que dote a los profesionales de los conocimientos y competencias que necesitan.
Por eso hemos visto en los últimos años la proliferación de programas de posgrado (presenciales, blended o 100% online como la oferta de OBS Business School) que apuntan a una formación interdisciplinaria y más holística en la que, la adquisición de conocimientos teórico-prácticos sobre un área de interés, es sólo una parte de la propuesta, dado que el alumnado debe ir trabajando en el desarrollo de sus competencias blandas y conocimientos técnicos para “acceder al conocimiento teórico”.
Si pudiera redefinir el título del libro de A. Oppenheimer, lo llamaría ¡Sálvase quien quiera!, porque no se trata de “predestinación” (significa que no importa lo que yo haga, no lo puedo cambiar), sino que se trata un futuro-presente abierto, aún amorfo, pero plagado de oportunidades para quienes tengan el deseo de abrir sus mentes y sentarse con entusiasmo a enumerar qué capacidades y conocimientos deberían adquirir para mejorar su propuesta de valor profesional, planificando por dónde comenzar, en este próximo 2019.
La resiliencia y la flexibilidad serán nuestros mejores aliados para focalizarnos en el trabajo personal que tenemos por delante en lugar de quedarnos inmóviles, atemorizados o enojados por el avance de la tecnología que, podrá hacer muchas cosas (¡y bienvenidas sean!), pero no será capaz de igualar aquello que nos hace singulares (y necesarios los unos para los otros): nuestra intuición, nuestra empatía y nuestras emociones.