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Préstamos al consumo: sus tipos y sus alternativas

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Dentro de todas las áreas que abarcan las finanzas, existen contratos que permiten financiar determinadas compras cuando no se dispone de la liquidez necesaria. Es lo que se conoce como préstamos al consumo.

En los préstamos al consumo, un consumidor (por ejemplo, una empresa) solicita a un prestamista (por ejemplo, un banco) una cantidad de dinero para realizar unas compras concretas. Bajo este préstamo se encuentra el compromiso del consumidor de devolver lo prestado más una serie de intereses. De este modo, ambas partes salen ganando:

  1. El consumidor obtiene de forma inmediata una cantidad de dinero en el momento en que lo necesita.
  2. El prestamista obtiene a medio o a largo plazo una cantidad adicional a aquella que prestó.

Sin embargo, los préstamos al consumo pueden manifestarse de distintos modos. Vamos a ver los tres más relevantes.

Préstamos al consumo: ¿qué tipos existen?

Dentro de lo que entendemos por préstamos al consumo de acuerdo con lo explicado arriba, estos pueden adoptar tres formas principales:

  1. Préstamos. Son los créditos propiamente dichos. Es decir, aquellos contratos por los que el prestamista recupera el dinero que ha dejado al consumidor, sino también unos intereses adicionales. Para ello se establece una fecha de caducidad, es decir, un momento determinado en que el consumidor debe haber cumplido con su parte del acuerdo.
  2. Pagos aplazados. A la hora de que el consumidor devuelva al prestamista lo que obtuvo de él, se pueden establecer fórmulas que permitan flexibilidad en los pagos. Los pagos aplazados son precisamente una de dichas fórmulas y establecen unos períodos de tiempo regulares en los que el consumidor debe devolver una parte concreta de lo obtenido.
  3. Aperturas de crédito. En este caso, es el prestamista quien debe seguir unos plazos especificados y pactados de antemano. Sin embargo, del mismo modo que en los casos anteriores, el consumidor debe devolver al prestamista lo obtenido por el contrato firmado además de unos intereses.
 

Es decir, que nadie regala nada y si alguien solicita un préstamo tendrá que asumir que la devolución que haga contará con unos intereses determinados. Es por ello que tanto los bancos como cualquier otro tipo de prestamista solicitan avales: para guardarse las espaldas en el caso de que el consumidor no cumpla con su parte del contrato.

Sin embargo, actualmente existen otras fórmulas alternativas a los préstamos al consumo que pueden emplearse como tales. Veamos un ejemplo.

Préstamos al consumo: una alternativa

Una de las cuestiones que debemos tener siempre presente al hablar de finanzas es que el dinero circula y que el que se usa para pagar algo determinado no es el que originalmente se depositó con ese fin. Un ejemplo sencillo: si ingresas dinero en tu cuenta bancaria, el banco usará ese dinero para realizar sus propias operaciones y cuando lo retires, en el futuro, ese dinero ya no será el mismo que ingresaste.

De forma similar, se pueden encontrar alternativas a los préstamos al consumo que permiten hacer circular el dinero sin necesidad de pagar intereses. Veamos un ejemplo aplicándolo a una campaña de crowdfunding, una de las formas de financiación más empleadas a día de hoy en muchos sectores:

  1. Una empresa lanza una campaña de crowdfunding para financiar un producto. Si se alcanza la financiación mínima, se compromete a entregar el producto final a sus mecenas en el plazo de un año.
  2. La campaña alcanza esa financiación mínima y la empresa cobra la cantidad recaudada.
  3. Antes de producir el producto financiado, cuyo tiempo de producción se estima en medio año, emplea ese dinero para comprar una maquinaria que, en seis meses, le permitirá recuperar lo invertido más una serie de pluses.
  4. Tras esos seis meses y con el dinero ya recuperado, la empresa destina la cantidad de dinero inicial a producir lo financiado por la campaña de crowdfunding tras haber recaudado más capital económico gracias a la maquinaria comprada.

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