
Metodologías ágiles vs. tradicionales: ¿cuál es mejor para la gestión de proyectos?
La entrega de valor en proyectos es algo fundamental que se acaba articulando a través del ciclo de vida de su desarrollo, el cual permite alcanzar ciertas garantías en la consecución de las distintas fases de trabajo.
Las fases completan entregables intermedios que permiten la entrega final. Recordemos que un proyecto se caracteriza por su singularidad y por la entrega de valor. Por tanto, debemos entender bien su naturaleza para segmentar la consecución de los entregables, de manera que aportemos valor a la organización, permaneciendo alineados a sus objetivos estratégicos. Todo ello desde la óptica concreta de nuestro proyecto.
Y es que el tipo de entregable determina cómo se va a desarrollar el proyecto, a la vez que fija su enfoque y la cadencia de las entregas, factores clave para establecer el ciclo de vida del proyecto y sus fases.
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Definición y características de las metodologías ágiles
Supongamos que estamos ante un proyecto de implementación tecnológica para un hotel que nos obliga a una actuación global, para todas sus habitaciones en todas las plantas. Quizás lo mejor resulte implementar un elemento y ajustar su disposición. Validamos y luego pasamos a implementar el resto de la planta. Validamos y luego conectamos el resto de plantas. El ciclo de vida nos lleva a un enfoque que es incremental. Sin embargo, a nivel de fases, la gestión del proyecto tendrá la estructura típica de inicio, planificación, ejecución, control y cierre para cada hito de validación.
Igual ocurre en el caso del desarrollo de un software que implementa requerimientos de programa a medida que lo vamos completando. Las versiones beta permiten obtener un feedback del usuario final que nos lleva a una priorización de nuevas funcionalidades para ser implementadas en el entregable final. Aquí el ciclo de vida nos lleva a un enfoque iterativo que pone el foco en el cambio por encima de una estricta planificación.
Ambos ejemplos ilustran lo que representan las metodologías ágiles: los proyectos se enfrentan a la necesidad de adaptarse rápidamente a los cambios y entregar resultados de manera eficiente, por lo que la agilidad se ha convertido en un concepto clave para abordar estos desafíos, permitiendo que como Project Manager podamos responder de manera ágil y flexible a las demandas del producto o servicio objeto del desarrollo.
Definición y características de las metodologías tradicionales
Ahora fijémonos en el ciclo de vida de los proyectos de construcción. No podemos generalizar debido al carácter único de todo proyecto, pero en líneas generales sí podemos establecer las siguientes fases de desarrollo:
- Anteproyecto o pre-diseño, donde se trazan las líneas de trabajo a alto nivel.
- Ingeniería o diseño, donde desarrollamos en detalle la idea pre-diseño definida con anterioridad a partir del llamado proyecto ejecutivo.
- Aprobación y licitación; tramitamos toda la gestión documental, aprobaciones formales y legales, y supervisamos las ofertas de contratistas o proveedores para su adjudicación posterior.
- Construcción: donde la combinación entre gestión del capital humano e implementación real del proyecto se combinan de forma decisiva.
- Fase de pruebas: donde validamos lo ejecutado a partir de una operatividad inicial.
- Recepción: en la que no solo nos hacemos cargo del entregable, sino que también consideramos aspectos necesarios para su mantenimiento posterior.
Aquí nos damos cuenta del cambio en el enfoque del proyecto. Estamos ante un modelo secuencial, con fases bien marcadas que deben superarse una a una para pasar a la siguiente. Sin diseño no hay proyecto. Sin proyecto no hay obra. Sin obra no hay entregable. Podemos estructurar bien el ciclo de vida desde una óptica predictiva, orientada al plan. Cuanto mejor esté elaborado, más nos ajustaremos a la línea base de trabajo de nuestro proyecto.
Principal diferencia entre metodologías ágiles y tradicionales
Flexibilidad vs. planificación estructurada
Parece que con base en todo lo indicado, las metodologías ágiles nos permiten un desarrollo mucho más dinámico, ajustado a las demandas del cliente, con la certeza que el resultado final será el deseado. Sin embargo, en ocasiones, la agilidad puede generar preocupaciones relacionadas con la falta de control y la pérdida de rigor.
Y es que muchos Project Managers confunden agilidad con falta de planificación. El plan debe existir, una estructura de trabajo clara que nos conduzca de principio a final hasta el entregable de proyecto. Algo distinto es que la naturaleza de se desarrolle nos obligue a emplear ciclos de vida adaptativos o iterativos.
Ahí es donde nace el concepto de la Agilidad Disciplinada, que se basa en los principios y valores de los enfoques ágiles, como el Manifiesto Ágil, pero se enriquece con un marco de trabajo más estructurado y disciplinado. Su objetivo es equilibrar la flexibilidad y la adaptabilidad con el control y la disciplina, brindando un enfoque más sólido y pragmático para la implementación de proyectos y la gestión de equipos.
Conclusión
Está claro que los enfoques de ambas metodologías tienen características muy distintas, con objetivos en el esquema de trabajo que difieren desde el planteamiento inicial, pero no son incompatibles. La planificación es importante en ambos casos, aunque el desarrollo pueda tener impactos significativos sobre la línea base fijada al principio. Pero no confundamos agilidad con improvisación, sería un error que nos llevaría seguro al fracaso como directores de proyecto.
Independientemente de la metodología elegida, el éxito de un proyecto depende de una gestión estratégica que combine planificación y adaptabilidad. Como Project Manager, es clave entender cuándo aplicar enfoques ágiles o tradicionales para maximizar el valor entregado. ¿Estás listo para afrontar el reto y optimizar la gestión de tus proyectos?