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Los saberes de la economía digital

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En el post anterior, Innovación disruptiva en el Mundo Digital, hablaba de la necesidad de generar un pensamiento disruptivo para poder innovar y generar nuevas propuestas de valor, acorde con las necesidades de los tiempos que estamos viviendo.

Y todos coincidimos en que estos tiempos están marcados por   fenómenos disruptivos asociados a Internet y la sociedad-economía del conocimiento: los buscadores, el eCommerce, el mCommerce, las redes sociales o la mensajería global instantánea y gratuita.

Todo esto irrumpió en nuestras vidas de un día para otro y sabíamos de su existencia, aún sin conocerlo. Empezamos a vivir conectados a la realidad planetaria (a través de las redes) y los problemas de algunos, pasaron a ser los problemas de todos (ej. la falta de inclusión social) y empezamos todos a implicarnos en las soluciones a nivel social.

Pero en el ámbito de los negocios y las organizaciones llevó un tiempo reconocer que este nuevo escenario se convertía en el nuevo entorno competitivo (planetario) y que había que abordarlo para, empezar a conocerlo, aprender cómo hacer allí y lanzarse a experimentar para ir construyendo experiencia. Muchos se pusieron manos a la obra echando mano del pasado para hacer predicciones de futuro.

Lo que no entraba “en la cuenta” era la propiedad increíblemente dinámica del mundo digital, donde la aparición de algo nuevo, modificaba otra vez el escenario y obligaba a volver a empezar.

Cuando creíamos que ya conocíamos el comportamiento de los eCommerce, irrumpieron masivamente los Smartphones y apareció el Showrooming, el Webrooming, el Mobile Shopping y el pago en la tienda con el móvil usando tecnología NFC (near-field-communication). Así, de repente. Todo pasó en dos años.

Y entonces, ¿cómo se construye experiencia de pasado, para predecir el futuro?

Quizá no se pueda predecir. Quizá eso sea parte de las prácticas que debemos repensar, como aquello de analizar series históricas de al menos cinco años para hacer el forecast de los tres siguientes.

Porque podríamos definir al mundo digital de los negocios como un entorno de incertidumbre donde las acciones más adecuadas implicarían básicamente tres elementos: rápidas decisiones, conciencia de la existencia de riesgos y la utilización de estrategias.

Ya no hay certidumbre. Y esto nos inhibe de usar metodologías que conocemos (por haberlas aplicado reiteradas veces) para solucionar los nuevos problemas. Los que más sabíamos cómo hacer las cosas -porque en el pasado “había funcionado”- debemos aceptar que, hacia adelante, puede no funcionar y el saber, puede estar en construcción.

Y ahí entran los jóvenes, que no cuentan con nuestra experiencia profesional acumulada, pero sí tienen saberes. Tienen un "saber hacer" sobre la economía digital, porque empezaron a usarla sin pretender conocerla antes.

Ellos son inexpertos, pero flexibles y esto les permite construir conocimiento más rápido que a los “expertos” que basan sus conocimiento en certezas que ya no existen, acentuando la rigidez y el dogmatismo.

Para tomar buenas decisiones necesitaremos entender cómo irá cambiando el mundo usando la prospectiva como ciencia. Y para esto la flexibilidad será uno de los atributos más requeridos.

Vale la pena permitirnos empezar a interrogarnos y soportar la incertidumbre de no tener las respuestas.