La operación del Príncipe Felipe de Edimburgo
Pocas semanas antes de fallecer, el Príncipe Felipe de Edimburgo, marido de la reina Isabel II, fue dado de alta de un hospital de Londres tras realizarle una intervención de cirugía cardiaca.
Como información de la crónica social era sin duda relevante, pero no se asusten, no va a ser la línea argumental de este post. Lo que justifica la referencia a esta noticia es que el Príncipe Felipe estaba a punto de cumplir 100 años, una edad más que respetable para meterse en un quirófano teniendo en cuenta que es muy probable que, con esta edad, el Príncipe padeciera varias enfermedades crónicas y su estado pudiera calificarse de frágil. Solo por eso, seguramente, pocos años atrás, nadie se hubiera atrevido a realizar una intervención de cirugía cardiaca a una persona de edad tan avanzada, al asumir que los riesgos que corría al ser operada superaban ampliamente los potenciales beneficios que podía obtener. Y aunque el príncipe Felipe era una persona muy singular – reconozcámoslo –, las decisiones clínicas que se tomaron sobre su persona tampoco escapaban a la lógica del riesgo beneficio. Pero en el año 2021, a diferencia de lo que sucedía hace no demasiado tiempo, alguien ha pensado que merecía la pena. Y el Príncipe fue operado, al parecer, con éxito, aunque muy pocas semanas después haya fallecido.
Desde hace años se observa un aumento en la esperanza de vida
Esto es algo ya muy frecuente en muchos de nuestros servicios hospitalarios: la edad media de las personas hospitalizadas es cada vez más alta, en algunos hospitales españoles a lo largo de la última década, ya ha aumentado entre cinco y seis años.
¿Qué ha sucedido para que se haya producido este cambio? Pues nada nuevo, simplemente que se está consolidando una tendencia que se empezó a ver de una manera muy clara a finales del siglo pasado. Según la web ourworldindata.org (web que les recomiendo por su rigor en la captación y exposición de datos), la esperanza de vida en los países de América Latina y Caribe pasó de 59,6 años a 75,5 entre 1969 y 2019. En el mismo período de tiempo, la esperanza de vida en España pasó de 71,7 a 83,6 años. Este aumento, constante, de la esperanza de vida trae consigo más pacientes crónicos y pacientes más frágiles.
Esto, de entrada, es un éxito. Las sociedades han evolucionado de tal manera que las personas viven más años. No es sólo un éxito de los sistemas de salud, porque la mejora se observa en muchos otros ámbitos que impactan en la salud de las personas, pero su contribución es más que significativa y debe ser reconocida.
De todos modos, las personas mayores (incluso en sociedades jóvenes) generan una demanda asistencial cuantitativa y cualitativamente diferente y esto choca con organizaciones que fueron pensadas para atender otra tipología de pacientes. Cuando los sistemas de salud fueron diseñados, se construyeron pensando en pacientes agudos y poco demandantes, de modo que con dos niveles de actuación (Atención primaria y hospitales) adecuadamente dotados y mínimamente coordinados era suficiente. Para abordar esta coordinación y facilitar el paso de pacientes entre ambos niveles se establecieron puentes, que casi nunca fueron obras maestras de la ingeniería organizativa, pero que permitían controlar este tráfico. Eso sí, ni profesionales ni pacientes, que al final encontraron en los servicios de urgencias una alternativa a las disfunciones de la coordinación entre los hospitales y la atención primaria, estuvieron satisfechos. A pesar de ello, muchas organizaciones y muchos profesionales siguen instalados en este paradigma.
El problema es que con la cronicidad no es posible este juego. Los pacientes crónicos basculan constantemente entre la atención primaria y la hospitalaria, haciendo que los “puentes de coordinación” sean fundamentales para obtener los mejores resultados, atendiendo al paciente donde la actuación es más eficaz y eficiente en cada momento.
Estamos seguramente ante la variable más disruptiva en nuestros sistemas de salud: la enfermedad pasa a ser un eje secundario en la actuación asistencial y, por tanto, de la organización del sistema, siendo la persona y sus necesidades las que determinan el proceso que debe seguirse y cuál es la organización más adecuada, considerando que, frecuentemente, las necesidades de las personas no son únicamente clínicas, necesitando, con frecuencia, servicios sociales que complementen la oferta asistencial.
Recomendaciones de la Plataforma Cronicidad 2025
Una iniciativa interesante en este sentido es la que ha tenido la Plataforma Cronicidad 2025, que con el liderazgo del Dr. Boi Ruiz, Codirector y profesor del Área de Health Management, ha elaborado una serie de recomendaciones para abordar el reto de la cronicidad , algunas de las cuales impactan claramente en los modelos de gestión de las organizaciones asistenciales:
- El reto de la cronicidad exige a los decisores determinación y visión a largo plazo.
- Las personas atendidas deben poder implicarse en todos los ámbitos y niveles de decisión.
- Los enfoques de atención integral e integrada de la persona deben preponderar por encima de los planteamientos centrados en la enfermedad.
- Los actuales modelos organizativos de atención deben rediseñarse para adaptarlos a una nueva realidad.
- Es el momento de impulsar decididamente las estrategias de prevención y promoción de la salud.
- Ningún colectivo de pacientes debiera sentirse excluido de las nuevas propuestas en cronicidad.
- La base tecnológica del sistema de salud es un elemento de máxima prioridad que debe ser puesto al servicio de las personas y de los profesionales.
- Los recursos económicos deben asignarse de acuerdo con las necesidades de las personas, aunque suponga una disrupción en los planteamientos estructurales presupuestarios actuales.
- No es apropiada ninguna actuación en salud que no evalúe el impacto que supone en las personas atendidas, tanto en términos de eficacia como de eficiencia.
- En enfoques de atención centrada en la persona, la equidad es el atributo central del sistema.
Las recomendaciones están ahí y nuestros sistemas de salud harán bien en tenerlas en consideración porque la adaptación a la demanda, como en cualquier sector económico, es imprescindible realizarla con propuestas innovadoras, lejos de un modelo que fue bueno en su momento, pero que, hoy en día, puede llevarnos a disfuncionalidades importantes porque, no lo olvidemos, situaciones como la del Príncipe de Edimburgo van a ser cada día más frecuentes.