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Diseño de proyectos: dos formas principales de abordarlo

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En el diseño de proyectos, planificas y estructuras el camino que te permitirá convertir tu proyecto en algo real.

Existen dos maneras de trazar dicho camino. Veámoslas tomando como base una forma de pensamiento natural para el cerebro humano: el pensamiento secuencial, es decir, aquel que, partiendo de un punto inicial, consigue llegar hasta un punto final a través de una serie de pasos.

Diseño de proyectos de A a B

La primera forma de utilizar el pensamiento secuencial es yendo de A a B:

  1. A es el punto de inicio: dónde te encuentras.
  2. B es el punto final: adónde quieres llegar.

Por lo tanto, el diseño de proyectos de A a B consiste en utilizar tus recursos actuales para ir trazando un camino que te permita alcanzar tu objetivo.

Imagina que estás perdido en una ciudad que no conoces. Tu objetivo es llegar al centro de ella. Gracias a que tienes tu objetivo definido, puedes decidir si es mejor utilizar un mapa, una brújula o incluso tus propios conocimientos del idioma local para preguntar a los lugareños qué calles tomar. Es decir, estás planificando cómo utilizar tus recursos actuales para lograr tu objetivo yendo de A a B.

En el diseño de proyectos de A a B ocurre lo mismo: es imprescindible analizar los recursos con los que cuentas y pensar en cómo utilizarlos lo más eficazmente posible para alcanzar tu objetivo. Una vez que lo tengas claro, llega el momento de la ejecución, en el que recorrerás paso a paso el camino que previamente has trazado.

Diseño de proyectos de B a A

El diseño de proyectos de A a B da buenos resultados, pero conocer el diseño de B a A podrá ayudarte en más de una ocasión:

  • Cuando pensando de A a B no consigas encontrar un camino que te convenza.
  • Cuando te atasques en un punto intermedio de la planificación de A a B, algo que ocurre con frecuencia.
  • Si tu cerebro está más habituado a pensar de B a A que de A a B, algo que ocurre en más personas de las que parece.

¿En qué consiste el pensamiento de B a A? Consiste sencillamente en definir con detalle el punto final (es decir, B) y hacernos la siguiente pregunta:

¿Qué he tenido que hacer previamente para conseguir esto?

Lo verás mejor con un ejemplo.

Imagina que quieres alcanzar un punto B en el que tu nuevo producto es el más vendido de su sector. A partir de una pregunta inicial, puedes encontrar el camino que debes recorrer:

  1. ¿Qué he tenido que hacer para que mi nuevo producto sea el más vendido? Una campaña de marketing con un presupuesto de 20.000 €.
  2. ¿Qué he tenido que hacer para conseguir 20.000 €? Exprimir una de las vacas lecheras de mi cartera de productos actual.
  3. ¿Qué he tenido que hacer para exprimir una vaca lechera? Desechar otros productos que roban mi tiempo y que no funcionan en el mercado. Este es mi punto inicial A.

Aunque es un ejemplo de pocos pasos, si ahora lees las respuestas de abajo hacia arriba, encontrarás el camino que debes recorrer para alcanzar B:

  1. Desechar productos que no funcionan.
  2. Exprimir una de tus vacas lecheras para obtener más beneficios económicos con ella.
  3. Con los beneficios obtenidos, invertir en una campaña de marketing para tu nuevo producto.

Debes recordar que ambos flujos de pensamiento no son excluyentes, sino que muchas veces funcionan de manera complementaria. La práctica te permitirá combinarlos de la forma más sabia.

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