2020: El año de la Covid y del bitcoin
2020 ha sido un año atípico: la pandemia de la Covid lo ha fagocitado todo. Confinamiento es la palabra del año en cualquier idioma. Para muchos, la mayoría, 2020 no se olvidará fácilmente. Personas cercanas y seres queridos que ya no están con nosotros. Es paradójico que asumamos las millones de muertes anuales por enfermedades cardiovasculares o por cáncer, o miremos a otro lado ante otra pandemia más silenciosa como son los suicidios, y en cambio las muertes por una infección vírica parecen extraordinarias cuando históricamente son más comunes que el cáncer por ejemplo que es una enfermedad que ha explosionado en el último siglo. Debe de ser la novedad, ya que con el paso de los meses las más de 100 personas al día que mueren en España por la Covid-19 cada vez impactan menos, para ser un dato más de los muchos que circulan diariamente sobre la pandemia. El ser humano se adapta rápido; es uno de nuestros éxitos como especie. El sesgo de la proximidad nos hace pensar que ha sido un año catastrófico, pero en términos históricos, 2020 es otro año malo a añadir al cajón de los años malos junto con otros muchos.
Pero siempre hay motivos para ser optimistas. Por ejemplo la capacidad de reacción ante el virus, creando y distribuyendo una vacuna en tiempo récord. El trabajo de compañías como Moderna o Pfiezer por nombrar a las dos primeras que han comercializado sus vacunas utilizando tecnologías inimaginables hace pocos años, es un hecho destacable que abre una nueva etapa en el desarrollo de nuevos medicamentos. Es extraordinario sobre todo si pensamos que para el virus del SIDA todavía no hay una vacuna tras más de 30 años de enfermedad.
Otro aspecto positivo del año es el comportamiento del bitcoin. No tanto por el aumento de precio (ha tocado máximos desde la debacle de inicios del 2018), sino por su aceptación por parte de agentes importantes dentro del sector financiero y económico que hasta la fecha han abominado de la cryptomoneda. Algo está cambiando y el bitcoin puede convertirse en una moneda que competirá con el euro y el dólar, posibilitando una nueva forma de transaccionar con dinero sin la obligada presencia de intermediarios financieros.
Mi posición con el Bitcoin siempre ha sido de querer creer. Me gusta su concepto descentralizado sin una autoridad única. Me da confianza su sistema de incentivos que complica el fraude y la manipulación. Me convence la tecnología y el talento que está trabajando en crear un ecosistema financiero abierto y descentralizado. Esta apertura y esta flexibilidad es el caldo de cultivo para innovaciones disruptivas. Lo hemos vivido en torno al software libre. Veremos mucha innovación relacionada con bitcoin, ethereum y otros protocolos que se están desarrollando. Estamos en una época embrionaria de la algo que pienso será transformador. Bitcoin es una forma de anarquismo en la sociedad digital. Y el anarquismo teórico siempre ha sido atractivo para los que quieren modificar el status quo.
Al mismo tiempo la confianza en las instituciones otrora intocables, está en mínimos. Sean locales, nacionales o internacionales, les hemos perdido el respeto, ya que nos han fallado. Por poner un ejemplo, la OMS (Organización Mundial de la Salud) se ha dejado gran parte de la credibilidad en esta crisis vírica hasta el punto de plantearse si es necesaria. Lo es, pero bien gestionada. Lo mismo con los Bancos Centrales, Gobiernos, etc… El escepticismo cotiza al alza y es el caldo de cultivo ideal para las estrategias de desinformación responsable de la polarización actual.
Pero por otra parte, me pregunto cómo se hubiese gestionado la crisis financiera del 2008 y la actual derivada del coronavirus, sin una autoridad central dispuesta a romper con la ortodoxia económica. La heurística de cualquier sistema no está preparada para shocks excepcionales. Los sistemas funcionan bien en rutina, pero tienden a la entropía hasta que se rompen para ser sustituidos por nuevos paradigmas. Y es en estos momentos cuando hay que tirar a la basura el libro académico de macroeconomía y hacer whatever it takes para salvar el sistema. Esto con Bitcoin no hubiese sido posible, ya que su lógica no permite este tipo de manipulaciones. Demasiado racional para un mundo dominado por las emociones.
La política monetaria expansionista que ya dura casi 15 años, es una patada adelante que tarde o temprano habrá que afrontar. El nivel de deuda actual es impagable, y la mayoría de gobiernos de los países desarrollados son incapaces de ahorrar. El por qué da para otro artículo, pero la situación es esta. Se ha tenido que romper el sistema para poder seguir viviendo del sistema, esperando milagros futuros poco probables o imposible que lo arreglen. Pero estas decisiones no han dado aire. No han dado la falsa sensación de normalidad, y de dejar los deberes para más adelante, esperando que los problemas se solucionen solos. Y así llevamos varias décadas.
Según los libros de texto, esta política expansiva tendría que provocar inflación, que es como la fiebre del cuerpo humano indicándonos que algo va mal, pero por diversas razones esto no está ocurriendo, y tampoco se la espera a corto plazo. La sensación general es que el dinero cada vez vale menos y que todo es demasiado artificial como para poderse sostener. En este contexto, bitcoin es la respuesta para los que piensan que el sistema está roto del todo.
Por todo lo anterior desde hace un par de años que invierto en Bitcoin, como parte de una cartera diversificada y porque si algo nos ha enseñado este año, es que todo es posible. Feliz 2021.