Principios en los que se basa la metodología Agile
A finales de los años 80 y principios de los 90, un grupo de herramientas de gestión de proyectos se abrió paso en el terreno empresarial para intentar resolver los problemas que los métodos tradicionales eran incapaces de encarar. La gestión tradicional era especialmente propensa a creer que los proyectos sólo debían ser intervenidos en su fase final, algo que no sólo evitaba una pronta reacción sino que, además, aumentaba considerablemente los costes y el empleo de recursos. Inicialmente llamadas herramientas de «peso liviano», estas nuevas técnicas buscaban un objetivo concreto: agilizar los procesos que tenían lugar en las organizaciones y, del mismo modo, generar respuestas más efectivas ante los eventuales retos. Era tiempo de apostar por nuevas vías de desarrollo y ejecución. Fue así como, en el año 2001, un grupo de investigadores publicó un manifiesto en el que quedaban definidos los principios en los que se basaban las metodologías ágiles, las cuales, dicho sea de paso, encontraron en las nuevas tecnologías la mejor plataforma para su expansión y notoriedad. ¿Cuáles eran esos principios de las técnicas Ágile? ¿En qué consistían? ¿Qué tomaban de los modelos anteriores y qué elementos nuevos aportaban?
Fundamentos de la metodología Ágile: características
Más que principios, en aquel documento se fijaron nuevos valores o prioridades a tener en cuenta para una eficaz gestión de proyectos. El texto proponía un cambio de foco en cuestiones fundamentales. Veamos en qué consistía dicho cambio:
a) Respuesta al cambio y capacidad de intervención:
Este aspecto echó por tierra los planes de ejecución demasiado rígidos. La metodología Ágile promueve un comportamiento mucho más inmediato cuando se trata de corregir acciones, fallos o inconvenientes. O, incluso, cuando la idea es introducir mejoras. Su esencia es el cambio oportuno. Gracias a las técnicas Agile, no es necesario esperar hasta el final para conocer los resultados de un proceso; ahora se pueden medir en cada una de sus fases o etapas intermedias.
b) Colaboración directa con el cliente:
Las técnicas Ágile valoran más la relación permanente con los clientes o destinatarios que una relación contractual. Antes, el proceso solía fijarse tras la firma de un acuerdo escrito que se convertía en una especie de guión inmodificable. Un contrato no puede evaluar la calidad de un producto; sí lo puede hacer la interacción directa con quienes son los principales beneficiarios de cada proceso.
c) Preocupación por los integrantes de los equipos:
Además, las técnicas Ágile ponen el acento en los grupos de trabajo y no tanto en los recursos técnicos. Se parte de la base de que el carácter de un producto es el resultado de una serie de acciones ejecutadas por equipos de trabajo. Es por eso que resultan tan importantes los departamentos de Recursos Humanos o similares.
d) Mejores estrategias de acción:
Los proyectos elaborados con métodos tradicionales se caracterizan por generar mucha información y documentación. En cambio, las técnicas Agile se decantan por la toma de decisiones basadas en una retroalimentación constante entre los miembros que hacen parte del proyecto, incluido, como hemos visto, el destinatario. La documentación es necesaria, pero no indispensable. De hecho, el acento debe ponerse en la elección de una buena herramienta (software) que satisfaga las necesidades del proyecto.