Informe OBS: Big Data, tecnología imprescindible para el cambio climático
Hace más de 100 años se detectó que el clima estaba cambiando. Sin embargo, no fue hasta que se obtuvieron datos objetivos, modelos matemáticos y las primeras predicciones, cuando toda la comunidad científica primero y, posteriormente, los ciudadanos aceptamos que algo estaba sucediendo.
De la mano de la revolución industrial apareció el cambio climático. La revolución industrial consiguió mejorar las sociedades desarrolladas, aportando bienestar e incrementando el consumo de todos los ciudadanos, gracias a la aportación en la reducción de costes que supuso la revolución en los procesos productivos. Pero ha sido en los últimos 40 años cuando los datos nos han permitido darnos cuenta de lo que estaba sucediendo: el clima estaba cambiando. En ese periodo la computación, la capacidad de almacenamiento, las comunicaciones o la sensorización (IoT) han crecido exponencialmente año tras año, permitiéndonos objetivar mucha más información de la que se había registrado hasta la fecha.
Hasta hace poco más de 30 años la mayor parte de las iniciativas privadas y públicas habían ido destinadas a mejorar la industrialización, a mejorar el modelo productivo, pero es ahora cuando gracias a la explotación de todos los datos registrados podemos empezar a centrarnos en la optimización, pero desde otro punto de vista: el medioambiental. Y, quizás, además de poder, debamos hacerlo.
En los últimos años las campañas de sensibilización sobre el cambio climático han aparecido en todos los sectores, tanto el privado como el público, y los ciudadanos somos más conscientes de las consecuencias. Solo nos hace falta ver las fotos del Polo Norte con 30 años de diferencia, y es que una imagen vale más que mil palabras. Los satélites nos han ayudado a poder medirlo día a día y poder compararlo.
Las Smart Cities, la agricultura de precisión, el Smart Farming, la tecnología verde o las Smart Grid son un buen ejemplo de que no hace falta frenar, sino simplemente optimizar desde otro punto de vista, el punto de vista medioambiental. No es suficiente producir más barato simplemente, sino que se debe haber teniendo en cuenta dejar la mínima huella posible para el medioambiente.
Ahora hay que optimizar los procesos pensando en el medioambiente y solo se puede optimizar si se ha medido previamente, aplicado un cambio y volviendo a medirlo posteriormente. Solo entonces se podrá objetivar si el cambio aplicado es una mejora, si se quiere ser objetivo.
Cuando hablamos de medir el medioambiente, el volumen de datos crece exponencialmente en los últimos años y es necesario usar nuevas soluciones. El Big Data permite cruzar multitud de tipologías de fuentes de datos con grandes cantidades de datos en un corto espacio de tiempo. De nada sirve analizar todo si cuando recibimos el resultado ya es demasiado tarde. El Big Data es una tecnología imprescindible si queremos combatir el cambio climático. Todos debemos poner el máximo de información relevante en modo open data para mejorar los modelos predictivos actuales en el mínimo tiempo posible. Los últimos informes alertan de que ya no queda mucho tiempo para maniobrar.
Pero la noticias, a pesar de no ser del todo alentadoras, todavía dejan entrever que se puede revertir el cambio climático. Como siempre, cada uno de nosotros tenemos la llave que puede activar el motor del cambio. Hasta ahora nuestras decisiones han ido en función de dos vectores, las ventajas que ofrecen y el coste económico, pero debemos incorporar una nueva, los costes medioambientales. Exigir cómo, dónde y de qué forma se ha producido nos ayudará a frenar y, quizás, darle una vuelta a la tendencia actual.
Si el cambio climático lo hemos provocado en gran medida los humanos, también está en nuestra mano resolverlo. El cambio climático empezó hace más de un siglo atrás y, ahora, gracias al Big Data podemos evaluar los pros y los contras a nivel global de cada pequeña acción local.