Sobre la importancia del aburrimiento y las carreras humanísticas
En un mundo donde tenemos la información a un clic, una forma de construir conocimiento es conectando ideas y soluciones desde la multidiciplinariedad y la combinación. Algunos le llaman hibridación. Por ejemplo, un tema que creo que tiene recorrido y del que me encantaría tener más tiempo sobre el que pensar es cómo exportar la idea del consenso forzado del sistema blockchain a otros contextos. Es interesante como el sistema (PoW le llaman) mantiene alineados los incentivos de los miners adaptándose a diferentes situaciones. Este consenso es lo que permite que la blockchain siga funcionando. Tengo la intuición de que es extrapolable a cualquier otro proceso de negociación donde hay desconfianza entre las partes. Es decir, en casi todos. Es un tema pendien
La reflexión anterior viene a colación sobre dos lecturas recientes que me han hecho pensar y que todas tienen un denominador común: el hacer por hacer sin un objetivo utilitarista final. Sin un beneficio tangible cortoplacista. Sin buscar su monetización inmediata. La primera es un artículo de Javier Gomá en El País del año 2011 que por serendipity me llega a mi feed de twitter. El texto es una defensa de las rutinas como fuente de gozo y disfrute en una sociedad donde se invita (¿presiona?) a tener experiencias nuevas constantemente y ha exprimir cada segundo de nuestras vidas. Vivimos a la velocidad de las actualizaciones del feed de los perfiles en redes sociales. El mutitasking y la productividad son los mantras del profesional del siglo XXI. En este contexto de aceleración sin rumbo, el no hacer nada está mal visto. Este artículo además de remar a contracorriente, está deliciosamente escrito. Léanmelo.
El segundo input es la recomendación que me hicieron y que afortunadamente seguí del libro “La utilidad de lo inútil” de Nuccio Ordine. Es sencillamente maravilloso y aconsejable. Las ideas que expone son bastante profundas y me resulta imposible sintetizarlas en pocas líneas, pero en resumen aboga por la sabiduría sin esperar réditos económicos a corto plazo. En un mundo utilitarista donde las carreras humanísticas se perciben como una pérdida de tiempo con pocas salidas profesionales, las futuras hornadas de profesionales optan por las carreras STEM (Science, Technology, Engineering & Maths). El resultado son legiones de nuevos científicos hiperespecializados sin un mínimo de comprensión de la naturaleza del ser humano. Las consecuencias son ya visibles en la programación de algoritmos o en el diseño de interacción en cuyo desarrollo la ética no entre dentro de la ecuación, y sí como hackear el cerebro para vender más. Neuromarketing le llaman ahora. Si un padre me pidiese consejo sobre qué estudios tendría que cursar su hijo, seguramente le diría que alguna carrera humanística. El mundo científico tendrá que afrontar antes que después, debates profundos sobre la ética y la moral de la tecnología y los datos. Para ello se necesitará una forma de pensar y unos conocimientos relacionados con la naturaleza íntima del ser humano. Es el futuro.
De la misma manera que el descanso forma parte del entrenamiento, la curiosidad es esencial dentro del proceso creativo, dormir permite al cerebro resetearse y hacer las labores de backup del día, la sabiduría nos ayuda a ser mejor personas y profesionales. Por lo que no está de más que volvamos a dignificar las humanidades. Estudiar filosofía para encontrar respuestas y reflexionar en torno a las grandes cuestiones de la vida. Historia del Arte para ampliar nuestro concepto de belleza, leer los clásicos y estudiar latín o griego para entender mejor la cuna de nuestra civilización. Todo puede parecer inútil ya que no tiene un traslación directa y tangible en nuestro progreso económico, pero a medio largo plazo, la sabiduría emerge y se sintetiza en pequeños detalles en tu trabajo que marca la diferencia. Por lo si eres un pragmático utilitarista, a largo plazo sacarás rédito de la acumulación del conocimiento en todos los prismas de tu vida. Una buena forma de empezar es leyendo el libro de Ordine.