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¿Qué frena al Delivery autónomo?

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En mayo de 2019 se dio a conocer la aprobación de reglamentaciones que habilitaban el uso de aviones no tripulados para la distribución y entrega de mercancías en varios países alrededor del mundo. Simplemente para recordar algunos de ellos, más avanzados en regulaciones, mencionamos: Australia, Canadá, China, Croacia, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Irlanda, Reino Unido y Suiza, entre otros que se han ido sumando hasta hoy. Particularmente, Estados Unidos, en febrero de este año, aprobó el despliegue de Nuro, la pequeña minivan autónoma para realizar entregas de comercio local.

 

Hasta aquí, la situación pre-pandemia del COVID-19. Por un lado se tienen empresas como Amazon, Fedex, DHL, UPS, Wing, entre varias cadenas de supermercados y retailers, deseosos de lanzar sus flotas de drones para la entrega de última milla, mientras que en la otra esquina del ring está la validación de leyes y reglamentaciones para poder desplazar vehículos sin la intervención de una persona en la conducción, o al menos no físicamente en el interior de ellos.

 

 

Sin embargo, estas variables parecían no ser suficientes para la materialización del Dronde Delivery.

 

 

A partir de marzo de 2020, un factor inesperado aparece para cambiar la forma de hacer logística y comienza a forjar un nuevo estado de normalidad. El COVID-19 genera un impacto en las cadenas de suministros sin precedentes, que inclinan la balanza hacia la implementación inmediata de AGVs (Automated Guided Vehicle) y/o AMRs (Autonomous Mobile Robots) para reducir el contacto humano y así minimizar la propagación del coronavirus.

 

 

Durante los meses de marzo, abril y mayo, período en el que el COVID-19 azotó al planeta con mayor ímpetu, los AGV y AMR fueron destinados exclusivamente al servicio salud, al control de la fuerza pública para garantizar el cumplimiento del aislamiento social obligatorio y en algunos pocos casos, para garantizar el abastecimiento de alimentos y medicamentos a familias y comunas aisladas por la pandemia. Los meses posteriores y hasta la actualidad, el COVID-19 pareció dar un respiro, mientras que la mayoría de los grandes laboratorios del mundo compiten por hallar una vacuna que lo neutralice. Sin embargo, la apertura de las fronteras, el retorno del turismo y de las actividades de tiempo libre produjeron un nuevo brote de este coronavirus, que nos está haciendo pensar en volver a parar al Planeta.

 

 

La pregunta que motiva a este poste es ¿Por qué aún el cielo no se ve invadido por un enjambre de drones trasladando cientos de paquetes? ¿Qué es lo que frena al delivery autónomo?

 

 

Si bien no se pretende dar las respuestas a estas preguntas, sí se invita a la reflexión.

 

 

Algunos estudios realizados demuestran que las personas aún no estamos preparadas para el uso cotidiano del drone. Básicamente, dos preocupaciones dominan la integración de la tecnología de drones en las comunidades encuestadas: la seguridad y el impacto ambiental. Desde el punto de vista de la seguridad, se pueden identificar las colisiones entre drones y entre drones y aviones, o fallas de navegación que los haga precipitar y dañar a las personas que transitan casualmente sobre la trayectoria de caída. Por otro lado, la seguridad que involucra a la privacidad ya que cualquier drone estaría sobrevolando la intimidad de los hogares y las empresas. Respecto del medio ambiente, el ruido es uno de los factores más tangibles, pero también se tiene el impacto visual del espacio aéreo y la disposición final de las baterías y partes componentes no reutilizables. Además, un tercer factor que preocupa es la potencial pérdida de puestos de trabajo que los drones de reparto puedan provocar. Sin embargo, los mismos estudios demuestran que las personas sí están dispuestas al uso de drones en las emergencias médicas y para ayuda humanitaria.

 

 

Es claro que la integración de drones en las cadenas de suministro no sólo requiere de tecnología y experiencia, sino que necesita también de un cambio de paradigmas. Sería oportuno aprovechar este momento, donde tanto el espacio aéreo como el terrestre de la mayoría de los países del mundo se encuentran con un tráfico completamente restringido, ya que se reducen significativamente los riesgos que los drones podrían presentar tanto en el aire como en tierra.

 

 

Esta vez, la innovación no está en la tecnología, sino en la cultura. El drone juega un rol importante en esta crisis y podría marcar el comienzo de una nueva revolución en la supply chain.