La causa de tu actitud está en ti mismo
En mi post anterior, hablé de la importancia del cambio como ya hice en mi primer post.
Fue justo esa semana cuando, estando en un programa de televisión, el presentador me soltó una frase que me dejó perplejo: ‘Esto que tu propones no es fácil’. Mi mirada habló por sí sola. ¿Queremos cosas fáciles acaso? ¿O perseguimos que nuestros proyectos tengan éxito? Estoy seguro de que si estás leyendo este post eres de los segundos. Eres de los que tiene mentalidad emprendedora. Y a pesar de que tu ya sabes que no es fácil, me gustaría hablar de cómo gestionar esta mentalidad, esta actitud. La buena noticia es que sólo hay dos maneras de adoptar una actitud adecuada.
La primera de ellas es tan simple como ir a la sección de autoayuda de la librería más grande tu ciudad y comprar el libro “Cómo ser feliz, bajar de peso y hacerse millonario trabajando 4 horas al día y sin esfuerzo”. Seguro que has visto unas cuantas veces un libro con título semejante que promete resultados efectivos con esfuerzos mínimos y además perdurables. Esta no es la fórmula que recomiendo sino que me decanto por la de actuar sobre la verdadera causa de tus actitudes. Isaac Newton ya parecía entenderlo cuando enunció la Ley de la Acción y Reacción en la que asegura que para cada acción hay una reacción correspondiente. Sin embargo, este concepto viene de mucho antes, pues ya Sócrates desarrolló la Ley de Causa y Efecto. Con diferentes nombres estas leyes se refieren a lo mismo: todo lo que hacemos pone en movimiento una causa que trae una consecuencia, positiva o negativa. No existe el azar, la buena o la mala suerte, sólo resultados de acciones. La gente inteligente se focaliza en las causas y no en los efectos. No se nos ocurrirá ante un pinchazo hinchar el neumático (el efecto es que se ha deshinchado) sino reparar el pinchazo (causa). De La misma manera, para dejar de estornudar al coger un catarro, lo que haremos es tomar un medicamento (causa) y no taparnos la boca para no estornudar (el estornudo es el efecto).
Así pues, la gran pregunta es: ¿Cuál es la causa de tu actitud? Es probable que tu respuesta sea que la causa está fuera de ti (lo que te ha pasado, lo que te han dicho, lo que has visto...). Pero, no mires afuera, la causa de tu actitud está dentro de ti y, más concretamente, en tu cerebro. Los pensamientos que generes en él, son la causa de tu actitud, que es el efecto. Tu no eres dueño de lo que pasa en el exterior, pero si de cómo lo interpretas. ¿No te pasa que cuando reflexionas acerca de cualquier tema tienes la sensación de que estás sosteniendo un monólogo interior? Desde este punto de vista, podríamos considerar que el pensamiento es como una “habla interna”. Si observas durante un día a tu mente, te darás cuenta que hay una serie de pensamientos y diálogos internos que se repiten una y otra vez y que, además, van totalmente a sus anchas, sin orden ni concierto. El problema es que estos pensamientos son el motor de la posterior emoción que te conduce hacia la acción. Y es a través de esas acciones que conseguimos los resultados. Por lo tanto, así funcionamos:
Este es el funcionamiento normal, que se ve totalmente cortocircuitado en ocasiones extremas de dolor o sufrimiento. En estas situaciones, se produce lo que se conoce como secuestro amigdalar, y se activa esta zona de nuestro cerebro emocional o límbico menos evolucionado, y sin capacidad racional. Pero por suerte, estas cosas pasan pocas veces en la vida. ¿Cuántas veces te ha pasado que al comenzar el día se te ha colgado el ordenador y esto te ha amargado la jornada? Pues bien, este nefasto efecto en nuestro estado de ánimo por algo tan insignificante es absolutamente innecesario. De la misma manera que eres tú quien decide darle cuerda a los pensamientos también eres tú quien decide cómo gestionar la situaciones en tu vida. Observa que antes de que una emoción aparezca y te empuje hacia una acción determinada lo primero en surgir son los pensamientos. En pocas palabras, los pensamientos anteceden a las emociones. En este sentido, te invito a pensar en alguien que para si sea una persona de referencia, alguien a quine admires y en quien te inspires para mejorar. ¿ Se trata de una persona equilibrada? ¿Controla sus emociones? Muy probablemente la respuesta sea un sí, y la clave de ello radica en su capacidad de controlar sus pensamientos.
Aquí tenéis el enlace a su vídeo: