Hay quién decide innovar por desesperación como por esperanza
El cambio de escenarios que está provocando el Covid19 está creando en muchas empresas y profesionales la necesidad de innovar en sus productos, en sus servicios o en como los ofrecen o en sus modelos de negocio. Unos considerar que es una necesidad pero para otros es una creencia a la que agarrarse para mantenerse a flote.
Ciertamente la necesidad provoca que algunos decidan hacer cambios respecto de lo que estaban haciendo. Pero el peligro es que decidan que deben innovar desarrollando un nuevo producto o nuevo servicio que sea un gran éxito que les de muchas ventas y muchos beneficios.
Sin embargo esta pretensión en la mayoría de los casos no se va a producir porque el primer proyecto de innovación no será un éxito rotundo. Y esto es porque la innovación necesita de un aprendizaje, de un periodo de adaptación para que todos los elementos del sistema se acoplen entre ellos eliminando los puntos de fricción.
Se requiere que el primer equipo de innovación que se cree defina el proceso de innovación que deberá ser un eje de referencia en la empresa. Pero será un proceso que deberá mejorarse y modificarse durante el desarrollo del primer proyecto. En el equipo deberá haber un proceso para que los integrantes se conozcan mejor en esta nueva situación pero especialmente en la adquisición de una confianza entre ellos. Especialmente si se quiere que sea un “equipo excelente” deberán aceptarse las discrepancias y las discusiones sobre qué camino hay que seguir. Este quizás el aspecto más importante que requiere de personas con capacidad de trabajar en equipo y aceptar las visiones opuestas a la propia. Aquí es cuando hay personas que sorprenden al resto (y a toda la organización) porque emergen como líderes informales con una autoridad moral y unas dotes de liderazgo que habían permanecido ocultas.
Pero lo cierto es que LA INNOVACIÓN, así en letras grandes, es la clave de la combinación que nos puede abrir un nuevo mercado en el que aún no tengamos competidores, o en el que sean tan pocos que haya espacio para todos.
Para desarrollar esa INNOVACIÓN podemos hacer lo siguiente:
- Imaginar el futuro y ponerse en marcha para hacerlo real.
- Intuir las oportunidades de los problemas que ahora tenemos o tienen nuestros clientes.
Pero también deberíamos actuar sobre nuestra empresa para:
- Construir los fundamentos de una cultura que promueva la innovación y defienda a los innovadores.
- Escoger a empleados con mentalidad innovadora para crear los primeros equipos. Ayudarlos con formación y tiempo para innovar.
- Seleccionar e implementar una metodología para innovar en la que vayamos incorporando elementos propios y diferenciales.
- Definir los elementos de control de riesgo de los proyectos de innovación.
- Asignar responsables y criterios para continuar o cancelar proyectos.
- Analizar y aprender lo bueno y lo malo de los proyectos acabados o cancelados.
Todo esto y otras cosas que vayamos haciendo no se consiguen en el corto plazo sino que requieren su tiempo. La innovación es como una planta que necesita ser sembrada, regada, que arraigue en la tierra, que empiece a crecer, podar las ramas que se estropean, protegerla de los parásitos, etc.
Ahora bien cuando empezamos algo nuevo o algo que no habíamos hecho antes, como es empezar a innovar, lo razonable es coger experiencia haciendo proyectos sencillos y de bajo coste. No podemos empezar queriendo hacer un transatlántico si no hemos hecho antes ningún barco. Hemos de aprender con barcos pequeños en los que si nos equivocamos el impacto es menor
Hay quién considera que la innovación es como los viajes de la antigüedad en los que los mapas en sus extremos ponían expresiones como “Hic sunt dracones” o dibujaban animales peligrosos y mitológicos. Unos viajes en los que los tripulantes eran personas que sabían enfrentarse al peligro porque confiaban en sí mismos, y especialmente, en su capitán.
Este es el gran reto de las empresas que ahora se plantean la innovación como estrategia ante el nuevo escenario que se ha abierto en el gran teatro del mundo. El reto de conseguir que los empleados confíen en sí mismos y en las personas que los lideran. Todos están en el mismo barco y los esfuerzos deben ser compartidos, y la transparencia debe formar parte de los valores con los que se quiere afrontar esta nueva realidad.
La historia nos muestra que frente a las adversidades unos reniegan de ello y se encierran esperando que pasen mientras que otros las aceptan y empiezan a trabajar para superarlas. Tanto hacer algo como no hacer nada son decisiones que uno toma y de las que es responsable.