Errores más frecuentes al hablar en público
Hablar en público es una actividad que a mucha gente le da auténtico pavor. Pero no hay que dejarse vencer por los miedos, ya hemos visto con anterioridad que se puede aprender a hablar ante público y que al final la experiencia no suele ser tan aterradora como parecía en un principio.
Uno de los principales miedos del orador es que su público no parezca interesado en lo que cuenta, que comiencen a aparecer caras de aburrimiento e incluso se escape algún que otro bostezo. Esto se debe en muchos casos a que cometemos errores que, en realidad, son fácilmente evitables. Vamos a verlo con más detalle.
No pensar en la audiencia
Cuando tenemos que hablar en público solemos cometer el grave error de centrarnos mucho en nosotros mismos y en cómo nos sentimos. Estamos nerviosos, tenemos un poco de ansiedad, queremos tenerlo todo controlado, etc.
Lo que ocurre es que si nos centramos mucho en nuestra persona nos estamos olvidando de lo verdaderamente importante en una conferencia: el público.
Antes de empezar a preparar nada debes analizar quien es tu público y qué tipo de contenido se adapta mejor a sus gustos y necesidades.
Dedicar la exposición a leer una diapositiva
PowerPoint y herramientas similares pueden ser muy prácticas a la hora de exponer temas, pero también se pueden convertir en un gran enemigo para el orador.
Hay quien confunde una exposición con dedicarse a leer a su público lo que ha escrito previamente en una diapositiva. Esto tiene una consecuencia lógica, los asistentes a la charla pierden el interés antes de que hayan pasado cinco minutos.
No controlar el tono y el ritmo
Todos hemos asistido a charlas o clases impartidas con alguien con un ritmo de voz muy monótono o incluso con un tono tan bajo que se hace difícil escuchar o tan alto que resulta molesto.
Alguien que va a hablar en público no es un locutor y no está especializado en el control de su tono y ritmo de voz, pero debe intentarlo. Si usamos el mismo tono durante toda la exposición lo más seguro es que el público se acabe desconectando.
La mejor manera de evitar esto es preparar bien nuestro discurso y ensayarlo todas las veces que hagan falta. Cuando subamos a dar la charla debemos ser nosotros mismos, pero al mismo tiempo debemos hacer uso de algunas dotes de interpretación para atraer el interés de la audiencia.
Ser demasiado serio
Está claro que hay temas que requieren de seriedad y solemnidad, pero incluso en los asuntos más serios siempre queda espacio para un poco de amabilidad. Cuanto más serio estés más distante te sentirá el público, reduciéndose así su empatía hacia ti.
Saludar al público de una forma algo más informal y dedicarles una sonrisa es la mejor manera de romper el hielo, incluso si luego se van a tratar temas muy importantes.
Hablar más de lo debido
Así es, cuando hablas ante un grupo de gente debes controlar muy bien los tiempos. Las charlas pueden ser más o menos largas en función del tema a tratar, pero siempre hay que procurar no sobrepasar el límite.
Si es un tema muy extenso conviene dividir la información en varios bloques y hacer pequeñas pausas entre uno y otro, aprovechando ese tiempo para resolver alguna duda del público o presentar algún material de apoyo.
Evitando estos errores vamos a conseguir que el público nos dedique su atención y que al final de nuestra charla se vayan satisfechos y sintiendo que han cumplido el objetivo que tenían cuándo decidieron venir a vernos.