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El éxito llega a aquellos que se mantienen en el aprendizaje permanente

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En los últimos años, la obsesión inversora en tecnología tiene un nombre paradigmático: unicornio. Todo el mundo quiere invertir en una empresa que acaba de nacer con la esperanza de que se convierta en un unicornio para poder salir con pingües beneficios. De todos modos, no todas las empresas de nueva creación se convertirán en unicornios ni, lo que es más preocupante, las empresas que ya existen desde hace tiempo podrán serlo si no desarrollan innovaciones radicales o disruptivas.


Si nos centramos en estas últimas empresas, es decir, las que ya llevan tiempo en el mercado, hemos de observar como desarrollan sus innovaciones. En especial quiénes son los que gestionan, definen y desarrollan sus proyectos de innovación. Si nos encontramos que, en una empresa quiénes hacen estas actividades son las personas que trabajan en el área de innovación o en el departamento técnico; es decir, que las desarrollan los tecnólogos, entonces va a ser complicado que si inventan una innovación radical ésta pueda ser aceptada por el resto de la organización.


Existen más posibilidades que una innovación radical sea aceptada en el seno de una empresa si los que han trabajado en esa innovación proceden de todas las áreas funcionales. Esta recomendación no es solo para los que quieren desarrollar innovaciones radicales, sino para todas las empresas que quieran innovar, porque es necesaria la visión y la intervención de todos los integrantes de la cadena de valor y de la cadena de suministro, de esa innovación.


Además, para que en una empresa se acepte y haga frente a lo que supone una innovación radical, es necesario el coraje y la persistencia de su alta dirección porque la adopción de esa innovación va a requerir una regeneración de la empresa, una inmolación para renacer de sus propias cenizas. El liderazgo en una organización es fundamental. Hemos de ser conocedores que el declive de una civilización puede ser detenido o invertido cuando aparecen líderes fuertes que se enfrentan a los retos de su época y a aquellos que quieren mantener su status quo. La decadencia en una empresa empieza cuando ésta es incapaz de satisfacer a su mercado tradicional; y si se quiere frenar ese descenso a los infiernos entonces deben buscarse nuevos mercados para sus actuales productos, o bien, regenerarse a sí misma en busca de un nuevo destino.


Conjuntamente con el liderazgo avanzado de la alta dirección sería necesario que para el personal de la empresa que participe en los proyectos de innovación exista un despliegue adecuado del proceso de innovación. Entre otros factores, es fundamental que cuenten con recursos suficientes, y también que exista una cultura de empresa, en la que el clima existente, aliente a pensar de forma diferente, creativa e innovadora, y al mismo tiempo defienda la asunción de riesgos. Todo ello complementado por incentivos y premios a aquellos que son creativos y a los que arriesgan.


Las empresas que quieren obtener innovaciones radicales deben ser conscientes que deben relajar los controles administrativos tradicionales, porque lo nuevo cuestiona lo existente. Esto es especialmente relevante cuando se quieren utilizar los métodos clásicos de análisis de rentabilidad y de retorno de la inversión, porque en muchos casos se debe utilizar una visión diferente ante la perspectiva de tener que dimensionar mercados que aún no existen. En estos casos, la cuantificación es un ejercicio de fe o de experimentos en una hoja de Excel. Con lo que al final lo que hay que considerar es que si se quieren mayores recompensas hay que asumir que solo se tienen, si se asumen mayores riesgos. Pero esto no es lo que quiere el buscador de unicornios especulativo porque busca altísima recompensa con bajo riesgo.


Cuando una empresa decide escatimar o privar recursos a las nuevas iniciativas lo que hace es dar una oportunidad a la competencia de posicionarse de forma relevante en el mercado. Si lo que decidimos es que en nuestra empresa hemos de atender a las necesidades de los negocios ya establecidos, entonces cuando se produzca la entrada en una nueva era tecnológica esta se hará con unas estrategias que estarán muy ajustadas a mantenerse en lo viejo pero que serán inefectivas o defectuosas sobre lo nuevo que está apareciendo.


Si, en cambio, formamos parte de una nueva empresa, entonces los cambios radicales nos proporcionan una oportunidad única para entrar en un mercado, y crecer a costa de los poderosos rivales que ya están en él, pero que podemos cogerlos desprevenidos, porque piensan que la naciente amenaza es absurda y no tendrá éxito. Nuestra ventaja es nuestra pequeña dimensión que nos permitirá ser más agiles para encontrar el nicho de mercado que sea adecuado para esa nueva tecnología en el que crezca, probablemente, más rápidamente que en otro.


Pero para una empresa ya establecida, constituye una imprudencia renunciar al desarrollo y producción de los productos en vigor, porque aún no se sabe si esa nueva tecnología tendrá éxito; y eso provoca una actitud conservadora de “verlas venir”. Aquí es cuando si se vislumbra la posibilidad de la pérdida inminente del negocio se justifica el cambio de criterios y la asignación de recursos orientados a desarrollar innovaciones para ese negocio. El riesgo está en que si se crea y mantiene la opinión generalizada que esos avances tecnológicos son imposibles y que no van a tener efecto en el mercado, opinión que se mantiene incluso cuando el cambio claramente está empezando.


Una cosa cierta, es que los cambios tecnológicos son impredecibles, es decir, no sabemos cuándo se van a producir. Por lo que la cuestión no es cuándo y cómo sucederán, sino que éstos van a producirse y hay que estar preparados. No podemos predecir cuál será la innovación que transformará el mercado, pero sí que hemos de tener en cuenta que incluso las estrategias de negocio y de producto más fuertes y dominantes, serán finalmente derrocadas por un cambio tecnológico. Y será el conocimiento como activo intangible de la empresa y de sus miembros el que hará que una empresa pueda superar esa discontinuidad obtener nuevamente el éxito con otras innovaciones.