Aptitud y actitud: caras de una misma moneda
Cuando hablamos de actitud y aptitud, por lo general nos empeñamos en señalar las diferencias que existen entre estos dos conceptos, sobre todo teniendo en cuenta que durante muchos años estos significados se confundieron en uno solo.
Hoy día tenemos más o menos claro que mientras la actitud habla de la disposición o la voluntad para emprender una acción, que en este caso es de tipo directiva o gerencial, la aptitud es una habilidad imprescindible para realizar algo.
Ahora bien, esta distinción no quiere decir que la actitud y la aptitud sean términos diametralmente opuestos. ¿Qué pensarías si te dijésemos que, en realidad, son las dos caras de una misma moneda? ¡Te lo contamos a continuación en este post!
Afianzando conceptos: aptitud y actitud empresarial
Antes de explorar este nuevo enfoque de los conceptos de aptitud y actitud, volvamos un momento la vista atrás y recordemos brevemente en qué consiste cada uno de ellos:
- Aptitud: la aptitud habla de todas las habilidades duras, es decir, aquellas que se relacionan con conocimientos técnicos o especializados de una determinada área, disciplina o ámbito. Se define como el saber hacer: esos conocimientos sin los cuales no podríamos emprender ninguna acción. Las aptitudes son por lo general inherentes al ser humano, lo cual no quiere decir que no se puedan entrenar o practicar hasta su perfeccionamiento.
- Actitud: se relaciona, por el contrario, con las llamadas habilidades blancas, o lo que es lo mismo, con el querer hacer o emprender algo. La actitud guarda un vínculo estrecho con elementos como la motivación, la disposición o la voluntad de cada persona ante las labores que le han encomendado. También hace la diferencia en contextos donde las aptitudes y los conocimientos específicos son más o menos iguales y no existen mayores distinciones.
¿Son complementarias la aptitud y actitud en el plano empresarial?
La aptitud y la actitud son elementos que se pueden adquirir a lo largo de la vida o que simplemente se poseen de forma natural. Podemos aprender comportamientos o conocimientos o explotar los que ya son parte inherente de nuestras personalidades.
Si hablamos del campo empresarial, es preciso acotar que tanto un concepto como el otro son necesarios para desarrollar una buena labor.
El Project Manager de la actualidad necesita, por un lado, los conocimientos técnicos que le permitan desenvolverse con propiedad en su campo profesional, así como otras habilidades adquiridas durante su trayectoria profesional.
A la vez, las personas que ocupen este tipo de cargos necesitan tener la motivación y la autoestima suficientes como para emprender proyectos de largo alcance, pues de lo contrario los conocimientos técnicos se revelarán insuficientes o no se podrán usar en consonancia con las exigencias del momento.
O dicho de otra manera: ni la aptitud ni la actitud por sí solas pueden garantizar una gestión de empresas exitosa. La motivación y la disposición (actitud) necesitan de los conocimientos técnicos del área en cuestión; del mismo modo, los conocimientos de un terreno específico (aptitud) se manifiestan incompletos si la persona que los posee no cuenta con habilidades como el liderazgo o la inteligencia emocional.