Del trabajo full time con dedicación exclusiva a las pausas activas laborales: una historia personal
Este año cumplo 25 años trabajando en la misma empresa que ingresé como estudiante cuando tenía 24 años. La empresa suele hacer un homenaje a los empleados que cumplen sus bodas de plata en la organización, lo cual provoca irremediablemente que uno rememore vivencias y anécdotas que los más jóvenes devoran como si fuera una maratón de series.
Recuerdo que en una de mis últimas entrevistas me habían comentado que una de las condiciones principales para ingresar era la dedicación exclusiva o full time, lo cual significaba un horario corrido de 9 horas con opción a trabajar fuera de horario y fines de semana ya que era una sucursal que recién se abría y había mucho trabajo por hacer. En esa época nos manejábamos con la planilla de cálculo Quattro Pro que había reemplazado el Lotus 123, el cartero era nuestro mejor amigo y nos pasábamos horas hablando por teléfono de línea para consultar y resolver problemas a distancia.
En este contexto era obvio considerar que los resultados de la productividad iban de la mano de la cantidad de horas hombre de trabajo que se dedicaran. El tiempo pasaba volando y prácticamente se vivía dentro de las empresas creyendo que, a más horas, más productividad.
Sin duda el avance de la tecnología ha contribuido a cambiar este paradigma. Todo ese trabajo pesado que requería de tantas horas humanas fue trasladándose poco a poco al mundo de la programación. El desempeño de las personas ya dejaba de ser operativo para transformarse en un trabajo con mayor exigencia cognitiva y con cierto conocimiento especializado.
Esta nueva forma de hacer las cosas comenzó a exigir un mayor desgaste a nivel intelectual. Tal como pasa en el trabajo con exigencia de esfuerzo físico, el cerebro también necesita sus pausas para mantener su rendimiento. Así fue como poco a poco fue cobrando importancia el concepto de salir a dar una “vuelta manzana” para tomar un poco de aire o la hora de almuerzo para obligarnos a tomar un respiro. El paradigma de la productividad estaba cambiando. Ya no pasaba por la cantidad sino por la calidad de horas en las que nuestra mente estaba bajo una exigencia continua.
Conceptos como chill out, masajes express, sala de juegos, gimnasios laborales, pasaron a formar parte del mundo laboral en las organizaciones que tienen un compromiso social.
En el mundo ya hay resultados empíricos sobre la relación inversamente proporcional que existe entre cantidad de horas trabajadas y productividad. Lo cual nos pone en contexto de cómo ha cambiado nuestro desempeño en estos últimos 25 años. Por un lado, obligados por el avance de la tecnología, pero principalmente a partir de la concientización en las empresas de la importancia de mantener en equilibrio la salud física y mental de sus colaboradores.
Nunca imaginé aquel primer día de trabajo hace 25 años, que iba a tener puesta una alarma en el celular para que me recordara que tenía que subir al chill out a la clase de 15 minutos de estiramiento o meditación, que iba a tener agendado masajes express o que podía tomar una pequeña siesta antes de continuar con la jornada habitual fuera de un fin de semana.
Silvina Santilli, Embajadora Digital
Club Alumni OBS Argentina