Informe OBS: ¿Compartir o no? Las "Fake News" sobre la COVID-19
El 69% de las publicaciones falsas sobre la COVID-19 provienen de las Redes Sociales
- Los países con más libertad política son un entorno más favorable para la difusión de las noticias falseadas.
- A raíz de la cantidad de noticias falsas creadas entorno al COVID-19, la OMS ha popularizado el término “Infodemia”.
- las redes sociales representan la mitad de los casos de las publicaciones de noticias falseadas.
- Meiki et al. (2021) indican que a más nivel educativo se genera menos confianza en las “fake news”
- En los momentos más difíciles de la pandemia, las personas tienden a prestar cada vez más atención a fuentes más confiables.
Introducción
La Covid-19 se ha caracterizado por un súbito surgimiento, una rápida expansión, una elevada mortalidad y por una persistencia sin precedentes. Todo esto ha provocado una incertidumbre por el escaso conocimiento del tema, y por la nueva sociedad. Una sociedad digital, hiperconectada y dependiente de las constantes actualizaciones (Tagliabue et al., 2020).
Hoy en día las redes sociales son una herramienta idónea para difundir las noticias e incluso hacerlas virales pero, a diferencia de los medios de comunicación tradicionales (radio, televisión, diarios, etc.), donde la identidad de la fuente de información es verificable, las redes sociales permiten bastante anonimato, lo que da pie a la creación de perfiles de origen obscuro y la propagación de informaciones sin verificar, entre ellas lo que se conoce popularmente como “fake news”, o noticias falsas. Como es fácil de imaginar, y con todo lo dicho anteriormente, la pandemia no ha estado ni mucho menos exenta de ser objeto de falsas noticias.
Definiciones
Una de las primeras definiciones del vocablo “fake news”, en inglés, está fechada del año 2017: “Fake news” (noticias falsas) son artículos de noticias que son intencionalmente y verificablemente falsos y que podrían inducir a error a los lectores (Allcott & Gentzkow, 2017.
Por consiguiente, vemos que las noticias falsas por definición conllevan la intención de embrollar a su público. En el debate académico, en inglés, se relaciona con dos términos, “misinformation”, compartir información falsa sin darse cuenta, y “desinfromation” que se refiere a crear y compartir deliberadamente información falsa (Tandoc Jr. Et al., 2018). Es importante puntualizar esta sutil diferencia porque el primer tipo de desinformación tiene que ver con el comportamiento de los usuarios en las redes sociales, mientras que el segundo está más cerca de las “fake news”, a la que también podemos llamar “desinformación malintencionada”.
Haciendo referencia a las noticias falsas relacionadas con el surgimiento y el largo y lento desarrollo de la pandemia de la COVID-19, se ha popularizado otro término, gracias a la Organización Mundial de Salud – OMS: la “infodemia”. Este vocablo surgió por primera vez en inglés en la obra académica de Gunther Eysenbach en 2009, que lo definió como “una cantidad tan excesiva de información sin filtrar sobre un problema que dificulta la solución” (Eysenbach, 2009).
La infodemia también se podría definir, en términos más mundanos, como ruido informativo excesivo alrededor de un fenómeno. Sin duda, el fenómeno tiene que ver con la conexión a los medios digitales y las redes sociales, mencionada anteriormente.
La infodemia per se no define las noticias falsas, sino que se refiere, sobre todo, a la masificación, al exceso de noticias e informaciones sobre un tema (la pandemia de la COVID-19, en nuestro caso), lo cual facilita que las noticias falsas se infiltren entre las noticias corroboradas profesionalmente.
Fuentes de las “fake news” sobre la pandemia de la Covid-19
En consecuencia a la rapidez de la propagación de la infección y la tasa de mortalidad provocada por ella, la compartición de la información está descentralizada y acelerada. Las administraciones y los medios de comunicación oficiales están desafiados por la competencia que emana de Internet y por la sociedad, que tiene cada vez más necesidad de informarse y que no se siente obligada a ceñir su atención a las noticias que salen de las fuentes oficiales.
En la figura número 1 del informe vemos las distintas fuentes de las noticias falseadas sobre la pandemia de la COVID-19 según el estudio de Naeem et al. (2021). Vemos como un poco más de la mitad de las publicaciones sobre la COVID-19 venía de las redes sociales. La otra mitad era muy variada e incluía: múltiples fuentes, personas concretas, Donal Trump, páginas web y diarios en línea.
No es ninguna casualidad observar que las redes sociales representan la mitad de los casos de las publicaciones de noticias falseadas. Son entornos dinámicos y están diseñados para compartir (y volver a compartir, retuiteando, por ejemplo) información, sin pasar por el filtro del análisis crítico de los datos.
El análisis de Naeem et al. (2021) indica que las publicaciones de Donald Trump sobre la COVID-19 representan solo un 5% de las noticias falseadas. Brennen et al. (2020) apuntan que un 20% del total de su muestra viene de los políticos de alto rango, de las personas famosas u otras personas con impacto público destacable, pero su repercusión en las redes sociales llega hasta el 69% de las interacciones.
Tipos de “fake news” sobre la pandemia de la COVID-19
Diferentes estudios proveen tipologías de “fake news” creadas alrededor de la pandemia. Brennen et al. (2020) estudian el abanico de las noticias falseadas, desde las manipuladas (con elementos de facticidad) hasta las completamente fabricadas. El contenido que despista representaba un 29% de las publicaciones. Este tipo de mensajes mezclaba la realidad con contenido falso. El 24% del contenido tenía el contexto falso, por ejemplo, las imágenes y los vídeos incluidos en la publicación no tenían nada que ver con el texto, habiendo sido capturados en un lugar diferente al mencionado en el texto y/o antes de la pandemia.
Si miramos con más profundidad el temario de las “fake news” sobre la COVID-19, Naeem et al. (2021) las han clasificado según los temas que abordan. Se dividen en las siguientes:
- Afirmaciones falsas
- Teorías de conspiración
- Terapias pseudcientíficas
- Informaciones dañinas.
¿Qué personas son más propensas a fiarse de las “fake news” y compartirlas?
De entrada, suponemos que quien comparte estas noticias lo hace porque cree en el contenido de su publicación.
Puede resultar algo asombroso, pero los prototipos están formados tanto desde abajo (características personales) como desde arriba (contexto económico, mediático, político y tecnológico del país donde vive la persona). A nivel nacional, Shirish et al. (2021) demuestran que en los países con más libertad económica y de los medios de comunicación, la población ha compartido menos “fake news” que en los países que acotan dichas libertades (muestra total de 72 países).
En cambio, los países con más libertad política son un entorno más favorable para la difusión de las noticias falseadas, dada la libertad de confeccionar la propaganda política a medida. Y, obviamente, contra más conectividad móvil tiene un país, más posibilidades tiene un individuo de compartir un bulo. Meiki et al. (2021) indican que a más nivel educativo se genera menos confianza en las “fake news”. Al contrario, lo que hace que la gente confíe en ellas y las comparta es la falta de confianza en los gobiernos, la alta confianza en las redes sociales, en la comunicación de boca en boca o en la palabra del clero, y una actitud poco crítica de las personas hacia su propio comportamiento en las redes sociales.
El mecanismo de la infodemia y los impactos de las “fake news” relacionadas con la pandemia de la COVID-19
Existen evidencias científicas de que tanto los medios de comunicación tradicionales (la televisión, por ejemplo) como las redes sociales pueden ejercer cierta influencia sobre las actitudes, las intenciones y el comportamiento relacionados con la salud (Abroms & Maibach, 2008; Centola, 2013).
Un estudio reciente presenta también pruebas preocupantes sobre la diferencia entre las actitudes y las intenciones en el caso de leer y compartir mensajes que fomentan el comportamiento saludable, frente al caso de leer y compartir mensajes que favorecen el comportamiento no saludable (Yoo et al., 2016).
Cabe señalar que una infodemia incluye múltiples actores: fuentes de noticias verificadas, fuentes de noticias falseadas, personas y bots (programas artificiales) que están expuestos a las noticias y los flujos de información.
Gallotti et al. (2020) describen el alcance de la infodemia según el número de casos de la COVID-19 en el país en cuestión en cada momento. A través del análisis estadístico de 100 millones de publicaciones en Twitter, los autores establecen que la prevalencia de las “fake news” se manifiesta cuando el número de casos es bajo o ínfimo. Al contrario, si un país experimenta un crecimiento o atraviesa una ola de casos, entonces las noticias que predominan en Twitter son de fuentes fiables, marginalizando así las noticias falseadas.
Esto da pie a pensar que, en los momentos más duros de la pandemia (ola de casos nuevos, restricciones impuestas por las autoridades, como el confinamiento territorial, el toque de queda, la prohibición de acceso a los establecimientos de hostelería y/o a pequeños negocios, etc.), las personas tienden a prestar cada vez más atención a fuentes más confiables, lo que potencialmente limita el impacto de las infodemias. De modo que la infodemia puede proliferar más en los períodos en los que la situación se percibe menos grave o más estable.
A la pregunta: ¿Y qué impacto pueden tener las “fake news” sobre las personas? Hay distintas opiniones. Greene & Murphy (2021), por ejemplo, encuentran que el impacto de las noticias falseadas sobre las intenciones de los lectores es mínimo (con una muestra de N = 3 746). Por otro lado, Bastick (2021) hace un experimento de laboratorio y demuestra que las “fake news” pueden modificar el comportamiento de las personas de una manera encubierta (efectos inconscientes). En el experimento, la exposición de los individuos a una noticia falseada fue única. En cambio, en la vida real una persona puede leer o ver la misma información múltiples veces y puede divulgarla por diferentes vías (Gallotti et al., 2020; figura 4).
Bridgman et al. (2020) demuestran que las “fake news” pueden tener un impacto significativo sobre el comportamiento de la gente, por ejemplo, sobre su resistencia a la obligatoriedad o a la recomendación de mantener el distanciamiento social. Barua et al. (2020) subrayan que las personas que ponen en entredicho la credibilidad de la información tienen más propensión a seguir las normas de protección impuestas por las autoridades.
Por tanto, se puede observar que las “fake news” pueden tener influencias sobre las actitudes, las intenciones y los comportamientos. Tagliabue et al. (2020) advierten que la percepción de los riesgos relacionados con la COVID-19 puede cambiar hacia menos vigilancia y por tanto menos medidas de protección (más exposición al riesgo) o, al contrario, hacia más miedo al sistema sanitario y, como consecuencia, un mayor aislamiento seguido de complicaciones irreversibles y/o letales.
Uno de los efectos graves de las noticias falseadas es que hacen que “el pez se muerda la cola” en el dominio de la implementación de las vacunas. En general, cada sociedad tiene cierto porcentaje de personas reacias a la idea de vacunarse o a vacunar a sus hijos. En los países industrializados, el número de personas antivacunas sigue creciendo, y antes de la pandemia de la COVID-19 ya conllevaba rebrotes de enfermedades que normalmente se controlan a través de la vacunación (Hussain et al., 2018).
Con la nueva pandemia, el movimiento antivacunas se ha activado (Johnson et al., 2020), y su influencia a través de las “fake news” solo puede alargar la presencia de la pandemia en las sociedades propensas a altos niveles de indecisión sobre las vacunas (Ashton, 2021; Kanozia & Arya, 2021). Y esto conlleva más presión sobre el sistema médico (más mortalidad, más efectos secundarios sobre los supervivientes: anosmia, problemas fisiológicos, agudización de los problemas mentales, etc.), sobre su entorno social y sobre la economía.
Conclusiones y recomendaciones
¿Qué debe hacerse para acotar la infodemia? El autor del término “infodemia”, Eysenbach (2020), propone cuatro recomendaciones para una correcta gestión de las infodemias:
- Realizar un seguimiento de la información (“infovigilancia”);
- Fomentar la alfabetización digital en los temas de la salud y de la ciencia en general;
- Fomentar procesos de perfeccionamiento del conocimiento y mejora de la calidad, como la verificación de datos y la revisión por pares;
- Divulgar los conocimientos de una manera precisa y oportuna, minimizando factores distorsionantes como influencias políticas o comerciales.
Está demostrado que el aumento de la alfabetización (ítem 2) ayuda a los usuarios a detectar las “fake news” y que está relacionado con más aceptación de la vacunación .
Es fundamental concienciar a la población sobre el posible impacto de las “fake news”, tanto durante los períodos de estabilidad como durante acontecimientos tan graves como una pandemia. Esto puede salvar muchas vidas y tener una contribución positiva al bienestar físico, psicológico y económico de muchos más.