Los 5 pilares de la comunicación oral
Comunicación no verbal
Casi todos los textos que tratan el lenguaje no verbal, o en su definición positiva “lenguaje corporal”, coinciden sobre el hecho de que, a la hora de comunicar algo oralmente, el 93% es “cómo” lo digo, y solo el 7% es “lo” que digo.
Se trata de una diferencia muy contundente, probablemente exagerada, para que todo el mundo realice la importancia de la forma sobre el contenido: si dijésemos que cada uno tiene un 50% de relevancia, a lo mejor pocas personas se fijarían sobre la importancia de la forma en presencia de un contenido sólido.
Para perfeccionar nuestra comunicación oral, deberemos entonces enfocar la atención, sobre todo, en como utilizamos las herramientas corporales, sin olvidar una correcta organización del contenido que vamos a exponer.
Al final no se trata de actuar ni de perder nuestra espontaneidad, sino de poner en práctica aquellas pocas reglas que conocemos de sobra, pero que a menudo nos cuesta utilizar.
Las podemos resumir en 5 reglas, 3 en relación con la forma y 2 con el contenido: todas juntas representan los pilares sobre los que construir una comunicación oral eficaz.
Las tres reglas de la forma (cómo lo digo: lenguaje corporal o no verbal):
- Contacto visual. Mirar a los ojos de los que nos escuchan es fundamental, tanto si se trata de una muchedumbre o de solo una persona no importa, ya que es un acto que transmite confianza, ganas de compartir y de conectar, aunque el aspecto más importante del contacto es aquello que quien habla recibe como retroalimentación de parte de quien escucha. Se suele decir que “quien nos escucha, nos habla a través de sus ojos”, así que si hablamos y no miramos a los ojos a quien nos escucha, no nos interesa averiguar si nuestra comunicación ha llegado de verdad y qué reacciones está provocando. Comunicar es compartir, si no nos importa dar en el blanco, es una pérdida de tiempo para todos. No hay que ser unos profesionales para detectar en los ojos de quien nos escucha una mirada vacía, una mirada perdida, una mirada aburrida, un desconcierto o un desacuerdo. Para compartir de verdad hay que fijarse y “entrar” en el otro: sus ojos son las puertas.
- Tono de la voz. La monotonía es el uso de un único tono, y como consecuencia aburre. La voz es un instrumento musical y hay que utilizar todos sus poderosos matices, sin olvidar, aunque casi siempre lo hacemos, de utilizar la falta de voz, es decir las pausas, los silencios. Los silencios, sin exagerar, nos ayudarán a respirar mejor, a organizar nuestros pensamientos, dándoles a los que nos escuchan tiempo para absorber todas las novedades que, ojalá, les estamos proporcionando. Una pausa puede utilizarse también de manera estratégica, para crear énfasis, suspense.
- Brazos y manos. Después de nuestra cara, se trata de la parte del cuerpo más estrechamente conectada con nuestro cerebro. A menudo no sabemos qué hacer con brazos y manos, como si fueran un obstáculo a la hora de comunicar. Si este es el caso, hay que darles unas tareas concretas, ayudándonos de algún objeto (bolígrafo, lápiz, papel, control remoto de las diapositivas, etc.) para que las manos estén ocupadas y no acaben juntándose, o en los bolsillos, o los brazos cruzándose. Lo ideal es no preocuparse y dejar sueltos brazos y manos, de manera instintiva ya saben lo que tienen que hacer, y sin planearlo se transformarán en el verdadero soporte visual de nuestras palabras, dándole color y más detalles a nuestro cuento.
Las dos reglas del contenido (lo que digo: organización de la charla):
- Síntesis. “Menos es más” es una regla clave que se tendría que aplicar muy a menudo a lo largo de la vida y en los distintos ámbitos de esta. Pero es complicado, sobre todo cuando algo nos apasiona; el afán de decirlo todo es muy humano y difícil de controlar. Las consecuencias de no saber limitarse pueden ser muy peligrosas, ya que en pocos minutos podemos pasar de ser muy interesantes a ser muy aburridos y molestos: la frontera entre estos dos extremos es muy sutil. Se trata de algo físico como el hambre: si tenemos delante alguien muy hambriento y le damos comida, fantástico. Pero si una vez satisfecha su hambre, insistimos en darle más y más comida, la reacción será cada vez menos entusiasta y se transformará en malestar y rechazo. Como dicen los sabios, siempre es mejor levantarse de la mesa con un poco de hambre: lo mismo pasa a la hora de comunicar, hay que saber pararse sin pasarse.
- Storytelling. A todas las edades, la mejor manera de hacerse entender y recordar es a través de las historias. La mera teoría es muy difícil de transmitir, sobre todo oralmente, mientras que, si la transformamos en una experiencia personal, en una metáfora, en una anécdota, o sea en algo práctico, mucho mejor. Al escuchar historias todo el mundo es capaz de encontrar una conexión personal, como cuando leemos una novela o miramos una película: si conectamos pasamos al nivel emotivo y entonces nos entienden, nos recuerdan, hemos compartido, hemos comunicado.
Eso es todo, o por lo menos lo más importante. De tener más tiempo se podría hablar de lo malas que son las muletillas, y de lo buenas que son las sonrisas, pero eso sería pasarse, y la síntesis es fundamental, no lo olvidemos.
Tan fundamental como el storytelling, así que nada mejor que acabar con una anécdota personal: hace unos años estuve dando unas charlas de Derecho de la Propiedad Intelectual e Industrial en la India, un País en el que no había estado nunca, delante de un público que, nada más empecé a hablar, me miraba moviendo la cabeza lateralmente en un gesto que para mis parámetros significaba desacuerdo o por lo menos desconcierto. Pasé una media hora muy difícil, hasta que descubrí que en la India este movimiento con la cabeza significa acuerdo y apreciación. Diferencias culturales en la comunicación, otro tema súper interesante que me encantaría compartir, pero debido a la importancia de la síntesis mejor dejarlo para otro mes…