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Economía Digital: Oportunidades y Retos

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En la década de los 80 del pasado siglo nació internet. Con el transcurso de los años la Red se ha ido adueñando de cada rincón de nuestras vidas. Por supuesto, también de nuestra economía. Así, a finales del siglo XX, en la década de los 90, se empezó a utilizar el término “economía digital”.  Un nuevo concepto para referirse al modo en que internet se relaciona con nuestros negocios. Hoy te hablaremos de los retos de la economía digital y de las limitaciones de la fiscalidad digital.

La digitalización de la economía

La digitalización de la economía ha supuesto una revolución en el presente siglo. A través de la tecnología se está cambiando la forma con la que nos relacionamos con los negocios y el empleo.  Se están creando nuevos productos y servicios y estableciendo modelos transformadores en la sociedad, la economía y la comunicación.

La digitalización de la economía implica también un notorio avance en la producción y aprovechamiento de bienes y servicios. La tecnología permite que se puedan crear nuevos productos e, incluso, transformar los existentes o adaptar los más tradicionales para optimizar su comercialización y consumo. Estamos hablando de educación online, de banca digital, de plataformas colaborativas o de aplicaciones móviles. Términos desconocidos hasta no hace tanto tiempo y que se han convertido hoy en día en un vehículo imprescindible para nuestro desarrollo como sociedad.

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Nueva estructura socioeconómica

La evolución hacia una economía digital ha sentado las bases de una nueva estructura socioeconómica. Alguna de las nuevas infraestructuras necesarias para desarrollar los negocios son programas y equipos informáticos, es decir, software y hardware desarrollados por el talento humano. Surgen de este modo nuevos términos como ecommerce para avanzar y relacionarse en el ámbito económico. Las páginas web, las redes sociales u otros sistemas digitales pueden ser un medio para que realicemos transacciones de compra y de venta de servicios o productos mediante el uso de plataformas digitales. Es el denominado ecommerce o comercio electrónico.

El ritmo es vertiginoso. Incorporamos nuevas herramientas para que la economía digital pueda seguir creciendo exponencialmente. El Internet de las cosas, la inteligencia artificial, el coche autónomo o la realidad virtual ofrecen ventajas cada vez mayores para desarrollar nuestros negocios. Además, las redes sociales y foros proporcionan información sobre la conveniencia de la adquisición del producto o servicio, lo que mejora la experiencia de compra.

Pero también podemos ver el prisma desde otro lado ya que, ante tanta innovación, también surgen nuevos desafíos. El exceso de información hace que el usuario no profundice y se guíe más por opiniones que pueden estar sesgadas en ciertos aspectos. Y todo ello acompañado de unas cuantiosas inversiones en ciberseguridad para transmitir mayor tranquilidad al usuario en sus transacciones. El uso de datos personales y su protección aún genera dudas por el desconocimiento de su utilización por terceros.

Fiscalidad Digital

Otro aspecto que merece una profunda reflexión es la fiscalidad digital. Actualmente, no existe una homogeneización fiscal entre los distintos países que gravan las bases imponibles que surgen de los negocios digitales. Por tanto, se puede dar un traslado de los beneficios desde países con fiscalidad alta hacia otros con tributación más reducida. Se debería de buscar una solución común o un acuerdo internacional sobre dónde tienen que presentar sus beneficios este tipo de empresas.

En el caso de España, se ha introducido un nuevo impuesto sobre los servicios digitales (ISD). No obstante, no es un tributo cuyo gravamen goce de aceptación mayoritaria. Lo primero que genera son numerosas dudas en cuanto al concepto económico de neutralidad fiscal. La existencia un impuesto que grave exclusivamente las transacciones de servicios digitales crea una distinción entre economía digital y el resto de las economías. Por tanto, podría producir un beneficio fiscal a aquellas empresas que se dedican a otras actividades que no sea la digital. Es decir, las empresas pertenecientes al sector de la economía digital sufrirían una doble imposición.

Profundizando más en el problema, también hay dudas sobre la delimitación del porcentaje de transacciones digitales de una empresa para que esté sometida al impuesto. Las empresas más tradicionales trabajan con plataformas digitales para ofertar sus productos y servicios. Es decir, se benefician de la digitalización sin ser 100% digitales y tributar por ello.

La capacidad de innovación y transformación del sector económico ha dado un importante salto cualitativo y cuantitativo con la irrupción de la tecnología. No hay duda de que la eficiencia está ganando terreno gracias a la digitalización de los negocios. Sin embargo, la fiscalidad digital aun sigue presentando retos en su aplicación. Es necesario alcanzar una solución entre los distintos países que resuelva los problemas que plantea la fiscalidad de la economía digital. Si quieres seguir formándote en economía y fiscalidad digital, te recomendamos visitar la oferta de OBS Business School.