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La importancia de la innovación en la dirección de la empresa. El caso de Steve Ballmer

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Si el Director General de mi empresa no tiene espíritu innovador, ¿cómo pretende que seamos líderes en innovación?”. Esta trascendental pregunta que se hacía hace unos meses un amigo en una conversación sobre “liderazgo de la innovación” me ha venido a la memoria a raíz de la reciente “renuncia-destitución” de Steve Ballmer como Consejero Delegado (CEO) de Microsoft. Uno de los elementos que se considera fundamental en su salida es la falta de visión para visualizar el futuro de las tecnologías digitales, que ha supuesto una importante pérdida de liderazgo tecnológico de la empresa en la que fue uno de sus empleados-fundadores en un ya lejano 1980.

Hoy en día en las empresas de cualquier sector, y especialmente en las que operan en el sector de las denominadas TIC, es más que nunca necesaria por parte de quienes ostentan lo cargos ejecutivos unos comportamientos directivos en los que utilicen la previsión y la intuición de forma regular. Las empresas han de tener líderes capaces de actuar como los exploradores de otras épocas, que cuando se enfrentaban a esos difíciles retos hacían salir lo mejor de sí mismos para ponerse al frente de la expedición. Es en el rol de líder de la innovación donde ahora se focaliza uno de los pilares de la sabiduría ejecutiva, porque aunque “innovación” sea un término que en los últimos años haya sido usado de forma desproporcionada, y a menudo inadecuada, no deja de ser cierto tal y como exponía Peter Drucker que “en una empresa sólo hay dos funciones básicas: el Marketing y la Innovación”.

La capacidad de previsión requiere no solo del conocimiento de las tecnologías existentes y de sus potenciales aplicaciones, sino que también hay que prever el comportamiento de los clientes, actuales y futuros, consumidores de los productos y servicios de la empresa. Para esto último existen numerosas fuentes de información y conocimiento como trendwatching o el Future Trends Forum, y también los conocimientos y opiniones de nuestras redes de contactos nos puedan aportar.

Con todo ello hemos de describir nuestra percepción del escenario actual, a partir de la cual viene el trabajo realmente relevante: la visualización de los escenarios futuros y la elección de cual será nuestro objetivo. Este futuro será el que explicaremos a todos los empleados para que sean conscientes de a dónde van, porque otro de los factores que soportan la innovación de una empresa es el de la confianza de los empleados  en aquellos que la dirigen (y está en los últimos tiempos se ha perdido en demasiados casos).

La innovación en el futuro necesitará de una “innovación en la gestión de los empleados” que actúe de forma proactiva y dé respuesta a las inquietudes y necesidades utilizando las tecnologías a las que estos ya están accediendo. Y, concretamente, es en la comunicación con los empleados donde el factor confianza tiene el riesgo de fracasar y donde la imagen tanto interna como externa puede verse afectada de forma importante, incidiendo en algunos casos en el valor de las acciones de la empresa.

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Volviendo a la reflexión con la que iniciaba el post, creo que es necesario que el máximo ejecutivo de una organización, aquel que decide el rumbo que ha de seguir, este dotado de un espíritu innovador porque si no será incapaz de dar las órdenes oportunas para dirigirse hacia los mares inexplorados donde se encuentran los caladeros que permitirán la supervivencia y el crecimiento de su empresa. El espíritu innovador dota a la organización de las condiciones para que las semillas de su cultura de la innovación puedan arraigar con la fuerza e intensidad como el bambú en la selva. Cada empresa ha de crearse su propia cultura de innovación, lo que no debería hacerse es copiar la cultura de innovación de otra empresa y pretender plantarla tal cual en el seno de la organización para conseguir ser como el original. Esto no funcionará, será rechazado por el cuerpo organizativo porque detectará que no tiene su mismo ADN. La cultura de innovación es algo propio de la empresa, inherente a ella, y que ha sido asumido e interiorizado por sus integrantes a lo largo del tiempo. Y el responsable de su cuidado y difusión es el máximo ejecutivo de la empresa sea Director General, Consejero Delegado, Gerente o el empresario que la dirige.